Zonas erógenas de los varones



Las zonas erógenas en los varones
Condicionantes de la cultura
Miguel Angel, Cuando nacemos, niños y niñas, los primeros estímulos son táctiles extragenitales -incluso antes que la actividad succionadora-, sea de la madre, el padre o la enfermera. Muchas veces, es lo que perdemos tempranamente, sobre todo de nuestros padres: las caricias, los masajes que nos daban por todo el cuerpo, los "mimitos". Siempre recuerdo algo que nos decía el maestro Escardó cuando cursábamos Pediatría: "el eczema infantil es una enfermedad por falta de caricias".
Sabemos que la piel se origina de la misma raíz embriológica que el cerebro con lo cual la dermis no sólo es una cubierta sino algo donde se reciben las sensaciones afectuosas, agresivas o dolorosas. O sea que, salvo los condicionantes de la cultura, no hay nada que impida a los varones disfrutar de las caricias. Es cierto que los varones han privilegiado los estímulos visuales, al punto que el voyeurismo es una parafilia típicamente masculina; las mujeres le dan suma importancia a lo táctil, a las caricias, masajes, mimos y besos; pero creo que es algo que está en proceso de cambio: hay mujeres que ven desnudos masculinos en shows y films "hardcore" y varones que disfrutan sobremanera de masajes eróticos.
Muchos varones acusan a sus mujeres (sobre todo en quienes están en la década de los 50 o más) de que son "pasivas", que no los buscan y que no  los estimulan en la zona genital, que no les hacen la fellatio (estimulación oral genital al varón) ni quieren cambiar de posiciones. Pero también convengamos que los varones son muy falocéntricos y pretenden que ellas vayan directamente "al grano" y, antes de empezar un mínimo cortejo, suponen que tienen que estimularlos genitalmente, cosa que a las damas no siempre les agrada; es como si sintieran: "¡lo único que existe es su pene erecto!". Esto se ve claramente en varones con disfunción eréctil que están observando todo el tiempo si la erección  ("la primma donna assoluta") llega, cuán rígida es y, si no aparece, ni se acuerdan de la mujer que tienen al lado. He visto que, en casos de impotencias, muchas veces, a ellas les molestaba más el olvido que hacían de su presencia que el hecho de la tan mentada erección. Hay quienes se quejan de que muchas mujeres son bruscas porque succionan el pene de una manera mecánica o les tocan los genitales de modo torpe y rudo. Quizás, en realidad, tampoco sepan cómo hacerlo de otra manera, pero la brusquedad es más común observarla entre los varones.
La omnipotencia de los varones
Los varones tienen muy arraigada la idea de que todo tiene que ser espontáneo ("ella tenía que adivinar, que saber lo que me gusta") pues todo viene programado de fábrica y ellos, por supuesto, de sexo ¿qué tienen que aprender?
Es bastante común que cuando decimos que lean algún libro sobre sexualidad, algunos exclaman: "¿qué más puedo aprender yo, qué me pueden enseñar sobre sexo?". Omnipotencia, que le dicen. A lo cual les respondo: "¡qué suerte que tienen!, porque yo, que escribí varios libros y leí muchos más, sigo leyendo y no termino de informarme y sorprenderme". Por otro lado sienten que si explicitan: "me gusta esto y lo otro", sería una señal de debilidad; son las mujeres las que piden, nosotros -a lo sumo - exigimos. Creo que el no decir ciertas cosas lleva a fracasos, malentendidos, confusiones o, más simplemente, a no poder descubrir nuevas formas y zonas de placer.
Los tabúes
Además de la zona genital hay otras de alto nivel sensitivo - erótico: región anal, glúteos, pezones, cuello, detrás de las orejas, manos y dedos, ingle y cara interna de muslos, piernas, en fin diría que todo el mapa del cuerpo humano. Aunque parezca obvio, muchas veces hay un gran olvidado que es el beso: hay varones que descuidan esto como estimulación erógena con su pareja y muchas mujeres se quejan de que ellos "no las besan en los labios".
Muchos no aceptan que su pareja heterosexual los estimule en la zona anal (¿temor a que les guste y eso despierte fantasías homosexuales?), los bese en las nalgas o en las tetillas. Cuando se lo permiten disfrutan plenamente logrando altos picos pasionales. En una célebre escena de "El Satiricón", del escritor romano Petronio, el personaje Encolpio ejemplifica este temor: cuando está decaído e impotente recurre a una sacerdotisa y ésta le aconseja ser penetrado con un "olisbos" (falo de cuero) untado con aceite de oliva mientras siendo, a la vez,  azotado con ramas de ortiga. Encolpio huye aterrado, curándose (de espanto) ante tal proposición.
Hay puntos en el cuerpo, descriptos por los orientales, que no coinciden siempre con las zonas anatómicas de los occidentales y que, digitopuntura o caricias mediante, excitarían a varones y mujeres. Por ejemplo veía, en mi viaje por China, los que hacían masajes en los pies, con todo un mapa en ellos donde se describían distintos puntos erógenos.
El máximo tabú, como dije antes, es la famosa zona anal y glútea, y suelen ser reacios a adoptar un rol pasivo (yo  creo que no es tan pasivo) de dejarse acariciar, tocar, palpar o ser besados salvo en zonas "permitidas": genitales, boca, cara. Pensemos que muchos varones mayores de 45 no se hacen controles prostáticos  por no dejarse realizar el tacto rectal, sin pensar que, con ese estudio, dan lugar a que los urólogos descarten patología benigna o maligna de la próstata, y en esto la prevención es fundamental.
El cerebro: ese gran órgano sexual
Explicaba antes que la piel y mucosas comunican con el cerebro: hay una vía somática y otra erógena, al punto que si se corta está última (operaciones, cirugía, bloqueo emocional incluso) se percibe el contacto pero no hay representación cortical erógena. Esto ocurre en los casos, p.ej., de impotencia y anorgasmia donde se siente el tacto pero no hay placer. Los pacientes lo describen bien cuando dicen : "es como si tuviera el cuerpo partido en dos, como si hubiera una desconexión con mi mente". Claro que el cerebro procesa, produce, genera y recibe toda la información: sin él no hay placer, no hay erotismo posible, no hay amor ni pasión. Al punto que uno puede erotizar distintas zonas del cuerpo y las más diversas prácticas, que varían en los seres humanos. El cerebro da la singularidad sexual, el sello distintivo, le da color y emoción. Observemos que podemos ser tocados de la misma manera por diferentes personas pero no sentir la misma sensación. Se acerca esta mujer, me da una beso, me toca la mano y me derrito, "no sé más quien soy"; viene otra, hace lo mismo y no siento absolutamente nada. Es el aparato psíquico que da la respuesta emocional diferente, singular, personal, inefable. Amén de ello sabemos que en el cerebro está representado todo el esquema corporal y existen zonas del placer allí alojadas. Hay personas que tienen dificultad para recibir, dar y disfrutar de las cosas placenteras y a eso, en psicología, se lo llama "anhedonia" (como contrario a lo hedónico = culto por el placer y el goce) y se deben a cuadros psicológicos claros y definidos.
Algo que nos muestra esto con claridad es el mecanismo de acción del Viagra: para que actúe tienen que desencadenarse las primeras fases de la respuesta sexual: deseo, estímulos (visuales, táctiles, sonoros, fantasías, recuerdos) y una vez que se segregaron sustancias en la etapa de excitación el sildenafil comienza a actuar en los cuerpos cavernosos del pene, de manera eficaz y segura, favoreciendo la erección e impidiendo que ésta se pierda. Y eso hace que este novedoso fármaco -citrato de sildenafil-, verdadera revolución en los tratamientos de la disfunción eréctil (ahora también estamos investigando su uso en las mujeres) actúe de una manera fisiológica. No es como dicen algunas mujeres: "ahora se va a excitar con la pastilla y no conmigo". No es así: se excitará con ella y por ella, necesitando desplegar las artes del juego amatorio; recién entonces el Viagra actuará de una manera poderosa. Pero el cerebro es el que tiene la primera orden, la primera y última palabra (pues es allí donde se percibe lo placentero del orgasmo). Reivindiquemos entonces, con loas y alabanzas, al gran órgano sexual que es nuestro tan preciado y querido cerebro.
DR. ADRIÁN SAPETTI, psiquiatra y sexólogo.
Autor de "Los varones que saben amar", Editorial Galerna.
Director del Centro Médico de Sexología



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