La homosexualidad (Parte I) | ||
Extractado de "Sexualidad en la pareja" (Sapetti - Rosenzvaig, Editorial Galerna, 1987) Vamos a abordar uno de los temas más conflictivos de la SexologÃa y la psicologÃa y aclaramos que con este artÃculo no pretendo darle un cierre al tema ni hacer conclusiones finales. La cuestión de la homosexualidad ha sufrido distintos vaivenes a lo largo del tiempo y fue sucesivamente aceptada, rechazada, perseguida o reconocida. En la elección homosexual confluyen tantos parámetros como en cualquier otra actividad sexual, lo que indica que nunca se podrá entender a través de uno solo de ellos. Es decir que no podemos analizarla con el exclusivo prisma de la moral o de lo legal, o desde una óptica psicoanalÃtica o desde el placer. Sabemos que la homosexualidad, tanto la femenina como la masculina, es una práctica conocida desde la antigüedad. La denominación no deriva del prefijo latÃn homo que significa hombre, sino del vocablo griego homoios, que define lo que es igual o semejante: homeopatÃa (cura por el similar), homogéneo (algo parejo), homólogo. Desde lo etimológico, homosexual serÃa quien tiene afinidad sexual por personas de su mismo sexo. A las mujeres homosexuales también se las denomina lesbianas, en honor a la isla de Lesbos donde residÃa la poetisa Safo, célebre por la belleza de sus cantos al amor y al amor homosexual en particular. AllÃ, en "la morada de las discÃpulas de las musas" cantó a la "amada ausente", a quien "igualaba a una diosa insigne" y "aguardaba con el fuego prendido en el corazón, abrasado de deseo".
Sin embargo, ya en el DSMIII (Manual de diagnóstico de la Sociedad Norteamericana de PsiquiatrÃa) se diferencia entre una homosexualidad egodistónica, que es aquella en la cual la persona tiene conflictos con su tendencia homosexual y sufre por ello, de otra egosintónica, en la cual la persona no siente su situación como un padecimiento, sino como una elección y goza con ella. Sobre la base de estudios antropológicos se puede afirmar que la homosexualidad es una constante universal de la cultura. Se ha observado su presencia tanto en pueblos primitivos como en otros altamente desarrollados; en sociedades en decadencia tanto como en aquellas que estaban en su apogeo, y no depende de los valores religiosos de una civilización dada. Siempre se menciona a los griegos, que habÃan alcanzado altÃsimos niveles culturales y polÃticos, como cultores del amor homosexual. En esto cabrÃa hacer una aclaración: en principio eran partidarios de un pansexualismo, es decir un culto al amor y al erotismo. No solÃan ser homosexuales exclusivos y amaban la virilidad total. Esto se apoyaba en una verdadera aversión o desprecio por las mujeres (misoginia), a quienes consideraban inferiores. Platón, en "El Banquete", aconsejaba enviar a la guerra a parejas de varones para que se defendieran mutuamente. Algo de esto ocurrÃa con la pareja de Aquiles y Patroclo, en "La IlÃada". Los romanos continúan en cierta manera con este tipo de amor y junto a sus mujeres poblaban sus lechos de bellos efebos y favoritos. Es célebre el caso de Adriano (y recordemos las magistral novela "Memorias de Adriano" de M. Yourcenar) que amaba a las mujeres pero que desfalleció cuando se suicidó el joven Antinoo, que era su favorito. En esto los griegos y los romanos instauran un tipo de relación maestro discÃpulo, en la que también interviene el erotismo de los cuerpos. Pero habrÃa que hacer la salvedad de que estos amores homosexuales se conocen desde el marco de las prácticas sexuales de las clases dominantes, que eran, en última instancia las que escribÃan las crónicas de la época.
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