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en defensa de la lectura

En defensa de la lectura
por Mariano Sapetti
¿Está cambiando la forma de leer? ¿Qué hay de cierto cuando decimos que hoy se lee menos que ayer? ¿En qué nos basamos al decirlo? ¿Son las nuevas formas de comunicación las responsables de este proceso?
Que las formas de leer hayan cambiado, es algo que no podemos negar. Remitámonos un poco al pasado más cercano, unos 40 años atrás:
Leer, para aquel entonces, era consecuencia de la forma de vida reinante, que sostenía un ritmo diferente al de hoy. La lectura ocupaba un lugar para "matar" el tiempo libre que aquella sociedad disponía. Bien decía Don Miguel de Cervantes en el prólogo de "El Quijote": Desocupado lector...
La falta de opciones ociosas a la hora del recreo conllevaba al hombre hacia la lectura, la cual ocupaba un privilegiado lugar en el ranking de actividades de recreación. Leer era fuente de placer unívoca y de información (como ahora lo sigue siendo), pero ésta llevaba un tiempo y un lugar determinado. Cada uno se tomaba su momento apropiado para hacerlo, era parte de un ritual de gran relevancia. Informaba a la vez que instruía (recordemos la ausencia de la TV, que hizo su aparición masiva unos 10 años más tarde); era su función principal, junto con la radio, hacer ver un sin fin de posibilidades y adoptar a un mundo ávido de información. Esta cita de Perec, ilustra la realidad de aquellos tiempos hoy desgarrados:
"En la enmarañada red de los mitos cotidianos se insertan por doquier lapsos, fragmentos, playas de lecturas, como si los imperativos horarios la hubieran ahuyentado de nuestra vida, pero al recordar la época de la infancia en que pasábamos el mediodía del jueves tendidos en una cama en compañía de los tres mosqueteros y de los hijos del capitán Grant, permitiéramos que la lectura se deslizara subrepticiamente en los intersticios y los desgarrones de nuestra vida adulta."
Unas décadas más bastaron para girar una tuerca que ya vislumbraba su vuelta. La aparición protagónica de la televisión, fundamentalmente, y el resto de los medios, fue decisiva para cambiar el curso que a continuación será descripto. Pero centrarse en el hecho de los medios masivos como únicos estructurantes de las formas sociales venideras, no es sólo desentender el fondo de la cuestión sino obviar el advenimiento de una sociedad con fines de progreso económicos y dispuesta a servir al "nuevo hombre" por medio de su hijo pródigo: la industria tecnológica.
Víctima de el desarraigo que esto produjo en las nuevas generaciones acostumbradas a la transculturización ( ver recuadro 1.), la sociedad del progreso parece haberse olvidado del libro: aquél que acompañó a los jóvenes que hoy levantan las banderas del desarrollo industrial.
Hoy día, el espacio de lectura dedicado ayer a los libros, se ve copado por nuevas formas interactivas de comunicación y diversión, que hacen así a una nueva forma de "leer" el mundo que, cuando su realidad se vuelve insostenible, lo virtual (TV, vídeo, Internet, etc.) se expande en forma avasallante.
El espacio que se dedicaba en el pasado a la lectura y que hoy redujimos a la casi nimiedad en algunos casos, se ve colonizado por los llamados medios masivos de comunicación (M.M.C.), que originaron una nueva manera de "leer" y de pensar. Este sistema lo que hace es ampliar la estrechez mental de un mundo global que no tiene tiempos para la contemplación poética. Imparte ideología en paquetes que, lo único conseguido es el cercenamiento de la imaginación y la libertad del pensamiento que el libro siempre se ha encargado de propagar y defender. Podemos ingresar apropiadamente lo que Umberto Eco cita como atractivo en el acto de leer un texto. Lo cual es algo complejo y que tiene el motivo principal de esa complejidad en el hecho de que está plagado de elementos no dichos; esto significa no manifiesto en la superficie, en el plano de la expresión. Es allí, en lo no dicho, donde el lector debe rellenar, cooperar cotextualmente y generar nuevos espacios. Aquí reside lo mágico que brinda la lectura en contraste con el cerrado discurso de la TV. El lector cómplice participa de aquello que lee, actualizando y creando nuevos horizontes. El televidente participa a manera de receptor, donde nada tiene que hacer. Sólo observar. Dado que los requerimientos sociales actuales son otros, las pantallas sirvieron para apañar las nuevas necesidades embebidas de un pragmatismo generalizado. Esto llevó al conformismo de un procedimiento "a domicilio" de las formas de entretenimiento que no precisan de demasiada participación Con esto no se intenta decir que ya nadie lea y piense. Por supuesto que no es así. Lo que queremos demostrar es que la sociedad le ha quitado ese importante papel a la lectura que tanto se merece.
El lugar de la lectura excedió las fronteras de antaño para filtrarse y ser acompañada de otras actividades. Por ejemplo: los titulares matutinos acompañan al desayuno; esperar al dentista es sinónimo de leer revistas; leer en el subte o en el colectivo. La falta de tiempo, dado el desenfrenado ritmo actual, cambió el acto ceremonioso de la lectura (así como los hábitos alimenticios), por la lectura de ocasión.
Con estas razones se reflejan las ideas en relación al cambio en:
1) el material leído.
2) la manera en que se lee.
3) el tiempo dedicado a la lectura.
El incesante arribo cultural extranjero es consecuencia de la definitiva liberalización de los mercados comerciales. Cabe aclarar que estos lo son también mentales. La información proveniente de todas partes del mundo es imposible asimilar. La noción de primer mundo ya recorre las arterias de una parte de la sociedad. Los modelos no se resisten a penetrar en culturas ajenas: sin anestesia la operación resulta un éxito pero el paciente se muere. La finalidad de globalización se cumple, pero ¿qué pasa con las identidades que cada pueblo precisa conseguir?. A los jóvenes de hoy no les importa (a la gran mayoría). Pero si les importase, la constante penetración cultural haría oídos sordos a miles de los deseos de una comunidad, pues sólo pretende la consecución más espiritual (parece) que existe. Ella es la del rédito económico.
El rock fue sin duda junto con el cine el canal de entrada a todas las naciones del mundo. Peinados a lo Elvis, poses con cigarrillos en la boca, crearon la idealización de una forma de vida (ej.: el sueño americano) que, Adorno y Horkheimer analizaron sutilmente en "lndustria cultural".
La transculturización permitió la llegada de cantidad de información inmediata que ayudó a la conformación de un mundo globalizado.
Una entrevista con Umberto Eco no servirá para entender mejor lo dicho antes:
Periodista: ¿Por qué Ud. dice que el texto tiene un mecanismo económico perezoso?
Umberto Eco: Porque es el lector el que genera los sentidos, le otorga plusvalía de sentido al texto, y si esto dejara de suceder, me refiero a la múltiple participación del lector con el texto, éste perdería su carácter "abierto".
P.: Y qué hay de los lectores en relación a su capacidad potencial para decodificar lo que leen?
U.E.: Un texto se emite para que alguien lo actualice, incluso cuando no se espera (o no se desea) que ese alguien exista empíricamente. El lector decodificará un mensaje verbal según su capacidad lingüística y una capacidad para poner en funcionamiento ciertas presuposiciones según su modelo del mundo. El reprimir idiosincrasia está incluida en este modo de operar.
P.: Para terminar, cómo ve al lector del futuro?
U.E.: Para mí como un participante flexible y creativo que no necesariamente debe recorrer senderos obligados para interpretar, y que además posibilitará una retroalimentación de sentidos. Esta es una característica imperiosa del nuevo paradigma del lector, porque los tiempos de hoy así lo demandan.