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¿COMPULSIÓN, IMPULSIÓN O ADICCIÓN SEXUAL? (parte III), por la licenciada María Romero.


¿COMPULSIÓN, IMPULSIÓN O ADICCIÓN SEXUAL? (parte III)

*Lic. Maria Bernarda Romero
Psicóloga. Diplomada en salud sexual. Sexóloga clínica
marber58@yahoo.com.ar

ARGUMENTOS EN CONTRA
DEL CONCEPTO DE ADICCIÓN SEXUAL

ARGUMENTOS CONVENCIONALES
La objeción al concepto de adicción sexual, de que la adicción es una condición fisiológica, no puede ser contestada a un nivel filosófico sino al nivel de una neuropsicología dinámica integrativa. De acuerdo con esta objeción, el síndrome de comportamiento sexual no puede ser un desorden adictivo, dado que éste es una condición psicológica, mientras que las adicciones son condiciones fisiológicas. Este argumento presupone una dicotomía entre los estados psicológicos y los fisiológicos. No considerando en consecuencia que:

 â€œEl ser humano ni es todo cerebro, ni todo psiquismo, ni es todo pura mente y resultado de factores sociales. Es cerebro, psiquismo y mente en dialéctica permanente, aunque a veces podamos observar sólo algunos indicios que el cerebro nos muestra, algunos aspavientos de lo psíquico y alguna manifestación en el plano socio-cognitivo” (Risueño, A. 2000 p.16) .

Si tenemos en cuenta lo expresado en el párrafo anterior, de aquí en más, hablar de estos estados -de dependencia o dolor- como psicológicos o fisiológicos no tiene ningún sentido.
Otro autor como Satel (1993) objetó el término adicción sexual sobre las bases de que muchos creen que dicho término necesariamente implica el alcance de los 12 pasos (programa utilizado por los grupos anónimos de autoayuda) tanto para el entendimiento como para el tratamiento de la adicción. Argumentó que los 12 pasos típicamente conceptualizan la adicción en términos de “enfermedad modelo”,  tendiendo a excluir otras perspectivas que podrían ser de ayuda. Primeramente debemos hacer notar que el uso del término adicción en el contexto de comportamientos así como también del uso de sustancias psicoactivas no se originó con el programa de los 12 pasos (Goodman, 1998). No debemos olvidar que ya en 1897 Freud (1892-1899) identificó la masturbación como una adicción, cuando Bill, W. el fundador de Alcohólicos Anónimos, sólo tenía 2 años (quién nació el 26 de noviembre de 1895). Y ya discutió la adicción al juego (1928) siete años antes de que se fundara Alcohólicos Anónimos (1935) y 29 años antes de que se fundara Jugadores Anónimos (1957). En su texto clásico “Teoría Psicoanalítica de las Neurosis”, Fenichel  (1945, 1968) discutió “la adicción sexual”,  â€œadicción a las comidas” y  â€œadictos al amor”, años antes de la fundación de Adictos Sexuales Anónimos (1978), Gordos Anónimos (1960) o Adictos al Sexo y al Amor Anónimos (1976).
Volviendo nuestra atención hacia el tratamiento, Alcohólicos Anónimos y otros grupos de los 12 pasos han sido reconocidos largamente por la ayuda que aportaron a muchos individuos que eran adictos al alcohol y las drogas. Sin embargo, no existe evidencia fehaciente que exprese que sea necesaria la participación de un individuo en esos grupos para discontinuar el uso adictivo de sustancias psicoactivas. Aún aquellos adictos al alcohol y las drogas que creen en el sistema de los 12 pasos, han descubierto en forma cada vez más frecuente que la concurrencia a los grupos de los 12 pasos no implica un tratamiento suficiente para sus desórdenes, y muchos asistentes a dichos grupos buscan psicoterapia individual, toman medicación psiquiátrica o ambas cosas.
Al mismo tiempo, el valor de los grupos de los 12 pasos no se encuentra necesariamente limitado a los desórdenes adictivos. La dependencia afectiva y los problemas emocionales también suelen tratarse, en estos grupos, del mismo modo que en aquellos que luchan contra la adicción al alcohol o las drogas. En teoría, muchos individuos que sufren de un amplio rango de desórdenes psicológicos,  pueden conciliar los beneficios de las funciones de apoyo y el  realce del Yo, dentro de los grupos de los 12 pasos. Pero la presunción de una asociación exclusiva entre la adicción y el modelo de los 12 pasos es injusta, tanto para el modelo de los 12 pasos como para la adicción.  El tercer punto que Satel refiere acerca de los alcances de los 12 pasos es que tienden a excluir otras perspectivas que podrían ser de ayuda. En verdad, AA por muchos años actuó de manera antiprofesional, alentando a sus miembros a que desconfiasen de la medicación y la psicoterapia. Por una variedad de razones, esta actitud ha tomado un giro, y los grupos de los 12 pasos, en su mayoría, se hallan ahora más predispuestos a reconocer el valor de otros alcances para el tratamiento. No obstante, cada grupo en particular tiene sus propias características y algunos están más inclinados que otros para creer que el sistema excluye otras perspectivas. En suma, el alcance de los 12 pasos es menos dogmático y monolítico, y su asociación con la adicción menos exclusiva de lo que parecía inicialmente.
 Pero aun hoy, estos no dejan de centrarse en el concepto de recuperación bajo la norma de control o abstinencia, como única alternativa posible para disminuir el padecer del adicto.
Otras presunciones acerca de lo que implica el término adicción, han  servido de argumento en contra del concepto de adición sexual y esto fue cuando Coleman (1986) afirmó que: “El peligro de describir el sexo como una adicción es que esto presupone que el individuo es adicto a todas formas de comportamiento sexual más que a un objeto sexual específico o un conjunto de comportamientos sexuales y, siguiendo este modelo, sugiere abstinencia como objetivo del tratamiento” (p.7).  Sin embargo, hoy se puede corroborar que un adicto sexual por definición no se compromete adictivamente en todos los tipos de comportamientos sexuales, así como el drogadicto por definición no usa todo tipo de drogas.
La presunción de que el tratamiento de un desorden adictivo necesita abstinencia de por vida, amerita una mirada mucho más profunda. Aún en el campo  del tratamiento para alcoholismo, esta presunción no es universalmente aceptada. Han sido publicados numerosos estudios que indican que, al menos, algunos individuos que una vez usaron el alcohol en forma adictiva pueden aprender a tomar alcohol en forma moderada.
Se menciona esta investigación sólo para ilustrar que la necesidad de abstinencia de por vida es un problema que la ciencia debe evaluar empíricamente, y no un problema de dogma a ser afirmado sin ningún tipo de cuestionamiento. Además es necesario observar que lo que la abstinencia constituye para un alcohólico o un drogadicto puede estar sujeto a varias interpretaciones. Pocos adosarían la posición de que la abstinencia de una sustancia psicoactiva se aplica solo a la droga de elección del individuo, por ejemplo, un adicto a la cocaína puede permanecer abstemio con respecto a ésta, pero puede usar el alcohol para no permanecer sobrio. Podría decirse que una vez que el individuo ha dejado de usar una de las drogas que alteran el humor o el carácter, implicaría la abstinencia de todas las demás drogas. Sin embargo, esta definición de abstinencia resulta impráctica, porque la categoría de drogas de alteración del humor o carácter es excesivamente amplia. Esto incluye la cafeína, un psicoestimulante cuyo uso no está usualmente descrito como una violación de la abstinencia. Además, en esta categoría, pueden incluirse variadas medicaciones psiquiátricas, muchas de las cuales no tienen asociación con el uso adictivo, y aun ser terapéuticamente necesarias. En un sentido más amplio, cualquier medicación que es tomada para aliviar una condición que afecta el carácter o el humor (tal como el hipotiroidismo o la alergia), puede ser considerada droga que altera el humor o el carácter. Estas distinciones entre drogas de alteración del humor o carácter, aceptables o no aceptables, parecen arbitrarias, hasta que se cambie la definición categórica de inaceptabilidad y se especifique qué clase de drogas son inaceptables. De este modo, podríamos ver que lo que hace que una droga sea inaceptable  para un individuo en particular es el uso en forma adictiva, es decir, sin condiciones para controlar dicho consumo, a pesar de las consecuencias destructivas significantes. Entonces, la abstinencia en adicción de sustancias psicoactivas, podría ser definida funcionalmente como abstinencia de cualquier droga  que probablemente se convierta en adicción. Cuando la abstinencia es entendida en esta forma funcional (la única forma de mantener un concepto coherente en la práctica), y aplicada a la adicción sexual, sería definida como abstinencia de cualquier comportamiento que probablemente se transforme en adictivo. Es decir, de una forma caracterizada por la falla recurrente en el control del comportamiento sexual y su continuidad, a pesar de las consecuencias destructivas. Cuando la abstinencia del comportamiento sexual sea entendida de una forma más abarcativa, la aplicación de la abstinencia de por vida para la adicción sexual dejará de ser un problema.

ARGUMENTOS CIENTÍFICOS

El primer argumento científico es aquel ya expresado anteriormente, aclarando que el término Adicción Sexual no está contemplado en el DSM IV, pero como también ya se ha dicho, se trata de una obviedad, ya que en el DSM III, estaba mucho más determinado y hoy en día los criterios de diagnóstico son tan específicos, confiables y válidos como los comparables a los criterios especificados en el DSM IV con respecto a la dependencia a sustancias y otros adictivos contemplados en el mismo.
Otro argumento en contra del concepto de adicción sexual es el expresado también por Coleman (1986), quien habla de la falta de mayores estudios sobre la existencia de tales conceptos que documenten la efectividad en los métodos de tratamiento. Pero se debe destacar que, mientras la necesidad de investigación no distinga la adicción sexual de otros desórdenes psiquiátricos, la adicción sexual tendrá una tradición mucho menor que la legitime como  Ã¡rea de estudio.  
Si hacemos un recorrido del estudio de esta patología en cuestión, veremos que los alcances de sus tratamientos están todavía en proceso de desarrollo y son poco claros. Pero, tal vez, esto no es de particular importancia si se puede arribar a un método para su tratamiento específico, ya sea desde el concepto de adicción o de cualquier otro concepto teórico.
Coleman también argumentó que muchos de los facultativos que tratan a individuos comprometidos en comportamientos sexuales adictivos, no han sido entrenados apropiadamente. El tratamiento efectivo de la adicción sexual requiere entender, no sólo las adicciones sino la psicodinámica, las teorías del sistema familiar, dinámicas de grupos y terapias cognitivas comportamentales, entre otras, sin olvidarnos, por supuesto, de lo biológico. Es necesario, además, realizar diagnósticos diferenciales sobre desórdenes mayores del humor o del carácter, psicosis, trastornos borderline, entre otros; dado que existe una significativa labilidad para manejar los propios sentimientos y cogniciones. Esto amerita más información en el campo de salud mental, a fin de ser convenientemente evaluados.

ARGUMENTOS SOCIOLÓGICOS

Los argumentos sociológicos en contra del concepto de adición sexual giran alrededor de la idea de que la adicción no es más que una etiqueta para comportamientos que se desvían de las normas sociales. Este punto de vista está representado por las afirmaciones de Levine & Troiden (1988): “la adicción sexual y  la compulsión sexual representan codificaciones pseudos-científicas de la prevalencia de valores eróticos más que entidades clínicas de buena fe” (p. 349)o los â€œdesordenes psicosexuales son construcciones sociales: esto es, etiquetas estigmatizadas vinculadas a patrones sexuales que divergen de estándares sexuales del dominio cultural”. (p. 355) 
Como Coleman observó en 1986, los que desarrollan teorías sociológicas están interesados en destacar que: (1) “este concepto puede potencialmente ser usado para oprimir  minorías sexuales... dado que ellos no conforman los valores sociales de la cultura prevaleciente (o terapéutica)” ( p. 8) y (2) “los profesionales de salud mental usando este concepto, se han convertido en simples instrumentos de las políticas conservadoras y han hecho que la gente que no encaja dentro de un estrecho y tradicional estilo de vida sexual se sienta mal, y se sienta mentalmente “enfermo” (Pág. 8) 
Contrariamente a las presunciones de Levine y Troiden, el concepto de adicción sexual no asegura que cualquier forma o patrón de comportamiento sexual sea definido en sí mismo como una adicción. De acuerdo con la definición y criterio de diagnóstico que han sido presentados aquí, un patrón de comportamiento sexual  es designado adicción sexual, no sobre las bases de cuál es el comportamiento, sino sobre las bases de cómo ese comportamiento se relaciona y afecta la vida de la persona. Y éste debería ser nuestro eje. Cualquier comportamiento sexual tiene el potencial de transformarse en adictivo, pero constituye un desorden adictivo sólo si ocurre en un patrón que coincida con el criterio de diagnóstico, o se encuadre dentro de la definición ya expresada anteriormente. Que un patrón de comportamiento sexual se califique como adicción sexual está determinado no por el tipo de comportamiento, su objeto, su frecuencia o su aceptación social, sino por cómo ese comportamiento se relaciona y afecta la vida de la persona, porque: “La existencia humana es única e irrepetible y como única debe ser abordada desde el cuerpo vital como experiencia, desde el orden que le imprime su temporalidad y desde las expresiones de sus comunicaciones normológicas” (Risueño, A. 2000 p.24) .
Levine & Troiden, en 1988, pusieron énfasis en que estas no consideraciones humanas, muchísimas veces dependen de la orientación de los valores del terapeuta y su propósito, así como también de las percepciones culturales inducidas sobre lo que constituye el control del impulso sexual. Un estudio de Hecker y sus colegas, develó que muchas veces los valores de los terapeutas influencian en sus patrones de diagnóstico sobre la adicción sexual. La relevancia de este estudio, sin embargo, es difícil de evaluar, dado que los terapeutas no están provistos de una definición científica o criterio de diagnóstico para la adicción sexual. Debido a esto no sería relevante seguir explayándose en este tema.

ARGUMENTOS AXIOLÓGICOS

Los argumentos axiológicos en contra del concepto de adición sexual están basados en que la designación de este patrón de comportamiento sexual como adicción encierra la responsabilidad del individuo por su comportamiento. Este concepto es compartido por grupos de espectros políticos opuestos. Aquellos de un extremo conservador, incluyendo los religiosos, que temen que el concepto de adicción sexual pueda ser empleado para absolver a individuos de su responsa­bilidad, o que quienes usan el comportamiento sexual en forma adictiva puedan esconderse detrás del diagnóstico de “adicto sexual” y por ello evadir la responsa­bilidad por las consecuencias de su comportamiento. Mientras tanto, están aquellos en el extremo liberal que temen que el concepto de adicción pueda ser usado para viciar a individuos de responsabilidades personales y elecciones libres, definiendo a los adictos sexuales como víctimas que deben ser salvadas, aun cuando ellas no deseen serlo.
Estos temas constituyen un contexto en el cual la visión que ha sido desarrollada en otros desórdenes adictivos puede ser de particular ayuda. Los grupos Anónimos a menudo utilizan aforismos para condensar aspectos claves de su filosofía dentro de refranes que pueden ser transmitidos por la tradición oral. Uno de tales aforismos es: “El alcohólico no es responsable por su enfermedad, pero es responsable por su recuperación”. Como los alcohólicos y drogadictos, los individuos que usan un comportamiento sexual adictivo, no son responsables por tener ese desorden (por los sentimientos, fantasías e impulsos que esto arrastra), pero son responsables por lo que hacen acerca de su desorden adictivo y por cómo actúan en respuesta a sus sentimientos, fantasías e impulsos.
Por lo tanto, la evasión de responsabilidades no los absuelve de las consecuencias de su comportamiento, sino que indica que la rehabilitación es sólo posible si el tratamiento es construido dentro de dichas consecuencias.

CONCLUSIÓN

La falta de un diagnóstico específico en el DSM-IV sobre el concepto de “Adicción sexual” llevó a la autora a un desarrollo del mismo, diferenciándolo de los trastornos obsesivos compulsivos y de los trastornos del control de los impulsos. De esta manera nos aproximamos a una noción que se asemeja más a la de un trastorno adictivo; dado que los criterios vertidos en el DSMIV y aplicados a la dependencia de sustancias, pueden también atribuirse a la adicción sexual. Arribamos así al concepto de que “La adicción sexual es una forma de comportamiento sexual cuyo patrón se caracteriza por la falla en controlar comportamientos sexuales, a pesar de las consecuencias significati­vamente destructoras para la persona que la padece y para los demás”. Siendo su función primaria aliviar sentimientos dolorosos, pero al mismo tiempo producir placer o gratificación. Comparte criterios comunes con los trastornos obsesivos compulsivos y los trastornos del control de los impulsos y, a su vez, se diferencia de ambos por ser un comportamiento repetido en frecuencia pero no repetitivo en sí mismo: más complejo, menos estereotipado, más planeado y con más frecuencia de sintonía con el Yo. Siendo su sentimiento predominante el marcado aumento de la rabia o la furia.
En cuanto a los argumentos en contra del concepto “adicción sexual”, organizados dentro de 4 criterios: los convencionales, los científicos, los sociológicos y los axiológicos, llevó a la autora a concluir que éstos por sí mismos no son suficientes para caracterizar la patología en cuestión, ya que se basan en argumentos reduccionistas que no toman al sujeto en toda su integridad como ser sufriente y como resultante de una compositiva: vital ecotímica, espiritual valorativa y sociopersonalitaria. Dejan librado a la persona que padece de este trastorno a la subjetividad del terapeuta y a su sistema de creencias.
Es necesario resaltar aquí, a criterio de la autora, que considerar la adicción sexual exclusivamente asociada al modelo de los 12 pasos -en el cual se rigen los grupos anónimos-, es dejar librada a la persona que la padece a grupos de autoayuda que sólo se basan en el control o abstinencia, sin involucrarse en la naturaleza de su reincidencia y sin contemplar la intervención de una buena psicoterapia que pueda contenerla y abordarla con un verdadero rigor científico.
Surge también de esta premisa la relevancia de hacer hincapié en que la Adicción Sexual involucra variantes que abarcan varios desórdenes parafilicos, así como también distintos niveles de adicción que podrían llevar al sujeto que la padece a severas sanciones legales, considerando que la ausencia de tratamientos específicos sobre el tema agudiza aún más la adicción. Esto es especialmente notorio en los tratamientos con delincuentes sexuales, ya que hay un significativo porcentaje de los mismos que presentan un ciclo adictivo propio de los adictos sexuales. Esta apreciación nos podría llevar a replantear las terapias para los agresores sexuales, pero sin dejar de considerar ciertamente que no todos los delincuentes sexuales son adictos, ni todos los adictos son delincuentes. Debiendo entonces considerarse la posibilidad de futuras investigaciones que nos lleven a elaborar un diagnóstico diferencial entre perversión sexual y adicción sexual, que sirva de base para la utilización  de una terapéutica adecuada a cada patología.

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Ibid 19, pág. 23