Hipocondría


LA HIPOCONDRÍA *

"La siesta", Antonio Berni, 1943

Es la preocupación y el miedo a padecer, o la convicción de tener una enfermedad grave a partir de la interpretación de uno o más síntomas corporales.

 

                    El remordimiento de Orestes, W. Bouguereau



La preocupación persiste a pesar de las exploraciones y explicaciones médicas apropiadas y provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.

La hipocondría es uno de los más viejos términos médicos, utilizado originalmente para describir los desórdenes que se creían debidos a la enfermedad de los órganos situados en el hypochondrium. Hipócrates utilizó el término hypochondrium (hipocondrio) del en el 4to siglo A.C. para referir al área anatómica debajo de las costillas.

Una persona con hipocondría puede referir aprensiones especialmente sobre un sistema particular del órgano (tal como el sistema cardiaco o digestivo). El reaseguro e incluso una evaluación médica completa del médico no calmarán a menudo los miedos de la persona.
O, si los calma, pronto se preocupa por otra sintomatología que puede emerger días más adelante.
La hipocondría ocurre lo más comúnmente posible entre las edades de 20 y 30 y parece afectar ambos sexos igualmente.

Los síntomas físicos que pueden ser malinterpretados incluyen malestares abdominales o molestias en el pecho, que invariablemente piensan que es un cáncer intestinal o un infarto, mareos que se decodifican como causados por un tumor cerebral para lo cual solicitan tomografías, resonancias, Spects, conocedores expertos de cuanto estudio haya para descartar “lo peor” que ellos están seguros de padecer, como aquel personaje de Woody Allen en “Hanna y sus hermanas”.

La localización, calidad y la duración de tales síntomas se describen a menudo con lujo de detalles, pero los síntomas no siguen generalmente un patrón reconocible y no se asocia generalmente a cuadros físicos anormales. El examen y el reaseguro de un médico no releva las preocupaciones del paciente, que tiende a creer que el médico no pudo encontrar la causa verdadera de sus males, o que –junto a sus familiares- les ocultan la “triste verdad”.


Puede ocurrir, por ejemplo, con lunares, pequeñas heridas, tos, incluso latidos del corazón (palpitaciones), molestias abdominales, o sensaciones físicas no muy claras. Aunque el médico le asegure que no tiene nada, el hipocondríaco solamente se tranquiliza por un tiempo, pero su preocupación vuelve a aparecer nuevamente.


La interpretación catastrófica de los signos corporales más ínfimos por parte del individuo, es el mecanismo que desencadena la hipocondría. El paciente pasa su vida de consultorio en consultorio médico ("doctor shopping") y sólo se tranquiliza temporariamente cuando algún médico le dice que le ha encontrado una enfermedad. Incluso algunos pacientes han sido sometidos a numerosas intervenciones quirúrgicas, sin una necesidad real de practicarlas.

Muchas veces el médico es "vencido" por la convicción errónea del paciente que le "impone" la certeza que está enfermo, aunque en realidad no lo esté, llevando a la práctica de tratamientos innecesarios y costosos, muchas veces debido a que el profesional lo quiere expulsar de su consultorio. Asimismo a este tipo de pacientes se les suelen realizar numerosos estudios complementarios (análisis de laboratorio, tomografías, electrocardiogramas, electroencefalogramas, etc.), sin necesidad alguna, por el sólo hecho de calmar las ansiedades y por ver colmada la paciencia de los médicos.

No debemos descartar que una persona hipocondríaca esté realmente enferma. Como en la Fábula de Pedro y el Lobo algunos pacientes hipocondríacos cuando se enferman de verdad no reciben la atención médica necesaria ya que sus síntomas son desestimados o minimizados por el antecedente de sufrir de hipocondría.

La atención del hipocondríaco se centra no sólo en el estudio de sí mismo (se toma el pulso, la temperatura, el número de respiraciones por minuto y la tensión arterial varias veces al día), sino también en la cantidad y composición de los alimentos y si tal o cual comida “le caerá mal al hígado o al estómago”.

El hipocondríaco acaba dedicándose a cuidar su supuesta enfermedad lo que nos recuerda al "enfermo imaginario" de Moliere. Siente los síntomas que lee en libros de Medicina o en páginas de Internet, no se le puede mencionar una enfermedad o padecimiento de un otro que ya él o ella lo sienten también. Lee toda la letra chica de los prospectos de los medicamentos especialmente aquellos párrafos dedicados a las reacciones adversas y al desfilar ante sí una larga lista de efectos secundarios cree padecerlos todos por lo cual muchas veces ni llega a tomarlos.

Recuerdo un paciente que traía anotado en un papel los síntomas que le producían los remedios que se le daban, cierta vez leyendo refirió:

-Cuando tomé ese medicamento sentí mareos, taquicardia, apaneas….

-¿Apenea?, ¿qué es eso?- pregunté.

-No sé…

-Es apnea, copiaste y encima copiaste mal- le señalé yo.


La prevalencia de la Hipocondría en la población general se desconoce. En la práctica médica se encuentra entre un 4 y un 9% de los pacientes que consultan. La Hipocondría puede iniciarse a cualquier edad; sin embargo, lo más frecuente es que comience en los primeros años de la vida adulta. El curso es generalmente crónico, con períodos de mayor o menor intensidad, aunque algunas veces es posible que el individuo se recupere totalmente.

Son conocidos visitantes de la guardias de los hospitales donde aparecen frecuentemente por síntomas de lo más variados y son rotulados como “las histéricas o histéricos de siempre”.


Pero lo cierto es que el hipocondríaco sufre por sus aprensiones y puede ver convertida su vida en una tortura por lo que desde este punto de vista los profesionales deben considerarlo verdaderamente un enfermo y hay que armarse de tiempo y paciencia para poder hacerles tomar conciencia de lo psicológico de sus síntomas para que no anden deambulando por todos los consultorios y servicios en busca de la “enfermedad maligna” que ellos están seguros y convencidos de llevar dentro de sí.

* Dr. Adrián Sapetti, médico psiquiatra.

 



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