Rimbaud: Iluminaciones de un genio


Algunas iluminaciones de un genio

(JEAN-ARTHUR RIMBAUD, 1854-1891)

"Al amanecer, armados de una ardiente paciencia, entraremos en espléndidas ciudades."
Cuando Pablo Neruda recibió el premio Nobel citó esta frase de su admirado Rimbaud. Luego, su compatriota, el escritor Antonio Skármeta, escribiría una novela -que él mismo dirigiría en cine- que denominó "Ardiente paciencia" (la remake, más conocida, se llamó Ilpostino).
Es que Rimbaud iluminó con su paso a los artistas y lectores del sigo XX: después de leer sus Iluminaciones y Una temporada en el infierno, o su genial poema El barco ebrio -que escribió a los 17-, ya no fuimos los mismos.
Mas, de verdad, lloré demasiado! Las Albas son desoladoras.
Toda luna es atroz y todo sol amargo:
El acre amor me ha hinchado de torpezas embriagadoras.
¡Oh!, que mi quilla estalle! ¡Que yo me haga a la mar!

Si yo deseo un agua de Europa, es el charco
Negro y frío donde, en el crepúsculo embalsamado
Un niño en cuclillas lleno de tristezas, suelta
Un barco frágil como una mariposa de mayo.

Olas, ya no puedo más, bañado por vuestras languideces,
seguir la estela a los portadores de algodones,
Ni atravesar las orgullosas banderas,
Ni nadar bajo los horribles ojos de los pontones.

El barco ebrio (Le bateau ivre) –extracto-
Nacido en Charleville, Francia (1854) escribió siendo un adolescente toda su obra poética y con poco más de 20 años dejó de escribir.
Luego que el poeta Paul Verlaine le disparara un par de tiros, pegándole en la mano, supuestamente con ánimo de asesinarlo, terminó Una temporada en el infierno (Une saison en enfer) y tres años después abandonó las letras.
Un interesante film de Agneska Holland (Total eclipse, 1995) donde Leonardo DiCaprio interpreta a Rimbaud, nos devela los amores con Verlaine, la relación con su hermana Isabelle Rimbaud y su trágico destino.

Detalle de Verlaine y Rimbaud, y cuadro completo -Coin de table, 1872-, por Henri Fantin-Latour, que se encuentra en el Museé d´Orsay (París).

Jean Arthur hubiera podido exclamar como en una de sus Iluminaciones:
Bien podría ser yo el niño abandonado en el muelle, que partió hacia alta mar. El muchachito que va por el pasaje que al final toca el cielo.  Está quieto el aire. ¡Qué lejanos los pájaros y los manantiales!
Sólo puede ser el fin del mundo que se aproxima.
Le rendimos nuestro homenaje y admiración a un espíritu único, que combinó los burdeles y el amor homosexual con viajes imaginarios; la calle con los mareos del alcohol y los tóxicos; la ciencia con la pasión. Un revolucionario de la poesía que alguna vez anunció: "¡Hay que reinventar al amor!
Primera Iluminación
(Tal vez dedicada a una prostituta)
H
Todas las monstruosidades violan los atroces gestos de Hortensia. Su soledad es una mecánica erótica; su lasitud, una dinámica amorosa. Vigilada por la infancia ella ha sido, en numerosas épocas, la ardiente higiene de la raza. Está abierta su puerta a la miseria.
Allí la moralidad de los actuales seres se disuelve en su pasión o en su acción. -¡Oh temblor terrible de los amores novicios sobre el suelo ensangrentado y el esplendor del hidrógeno!
Encuentren a Hortensia.
Segunda Iluminación
(Quizás al advenimiento de una nueva mujer)
A una razón
Un golpe de tu dedo en el tambor genera todos
los sonidos y  origina la nueva armonía.
Un paso tuyo es la leva de los nuevos hombres
y el principio de su andar.
Tu cabeza gira: ¡el nuevo amor!
"Modifica nuestros destinos, acribilla nuestras pestes:
empieza por el tiempo”, te cantan los niños.
"Engendra, no importa dónde, la sustancia de
nuestra suerte y nuestros deseos”, te suplican.
Venida desde siempre, tú eres la que irá por dondequiera.
Tercera Iluminación
(Acaso al despertar del amor)
El alba
Yo abracé el alba del estío.
Nada se movía al frente de los palacios.
.......
Fue la primera aventura, en el sendero
colmado ya de frescos y pálidos destelllos,
una flor me dio su nombre.
En la cumbre plateada descubrí a la diosa.
Uno a uno retiré los velos….en lo alto del sendero,
cerca de un bosque de laureles, la pude rodear
con sus velos amontonados y sentí algo
de su inmenso cuerpo.
El alba y el niño cayeron en lo hondo del bosque.
Al despertar era el mediodía.
Jean Arthur Rimbaud, Iluminaciones (1886)

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El poeta (según Rimbaud)
"El poeta se hace vidente mediante un largo, inmenso y sistemático desarreglo de todos los sentidos. Todas las formas del amor, del padecer, de la locura; busca en sí mismo, agota dentro de sí todos los venenos, para guardar de ello sólo sus esencias.
...
Llega a lo desconocido y, aunque enloquecido –porque ha cultivado su alma, más rica que nadie- terminara por perder la inteligencia de sus visiones, ¡las habría tenido!
Que estalle en su salto hacia las cosas inauditas e innombrables: otros trabajadores vendrán, y ¡comenzarán por los horizontes donde él se ha desplomado!”
Jean Arthur Rimbaud, Carta a un amigo

Leer la obra de Rimbaud nos permite descifrar las profundidades del alma, por lo que aconsejamos a terapeutas, sexólogos y pacientes, por supuesto al público en general, que se asomen a los libros de este genio sin par, será un regocijo, un sacudón en la modorra de la existencia. ¡Nos enseña tanto o más que un tratado de psicología!
En otro tiempo, si mal no recuerdo, mi vida era un festín en el que se abrían todos los corazones y en el que se derramaban todos los vinos.
Una noche senté a la belleza sobre mis rodillas —Y la encontré amarga—. Y la injurié.
Me he armado contra la justicia.

Me fugué. ¡Oh brujas, miseria, el odio! Fue a vosotros que confié mi tesoro.
Conseguí hacer desaparecer de mi espíritu toda esperanza humana. Sobre cualquier alegría, para estrangularla, di el salto sordo de la bestia feroz.
He invocado los desastres para ahogarme con la arena y la sangre.
La desgracia ha sido mi dios. Me he tendido en el cieno. Me he secado con el aire del crimen. Le he gastado buenas bromas a la locura.
Y la primavera me trajo la risa horripilante del idiota.
De “Una temporada en el infierno” (Une saison en enfer, 1873)
Después de abandonar la escritura, viajó al África donde contrabandeó armas y marfil; en 1891 enfermó de una enfermedad maligna en la rodilla que lo llevó a la muerte en pocos meses, en Marsella, a los 37 años.
Releer a Rimbaud después de 30 años, tal vez más, es una experiencia de trance, un estremecimiento del corazón, es un escalofrío que te recorre el cuerpo entero y te deja sin aliento, mas también con ganas de retomar los horizontes desde donde “él se ha desplomado”.
¡A tu genio sin igual, este homenaje!
Dr. Adrián Sapetti, Diciembre de 2006



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