LA CAÃDA DE ÃCARO (En base a un texto de Ovidio)
Nota del Dr. Sapetti: tal vez se pregunten por qué en lugar de elegir un texto erótico del “Ars Amandiâ€, del poeta Ovidio, seleccioné otro texto suyo basado en la mitologÃa griega: leyenda trágica como es la de Ãcaro y su padre Dédalo –que era un inventor, arquitecto y escultor- constructor del laberinto de Creta.
Estos pasajes tomados del canto VIII de “Las metamorfosis†de Ovidio (no confundir con “La metamorfosis†de Kafka) me parecieron bellÃsimos y además cargados de significados: las aspiraciones de libertad, la huida de la tiranÃa, las ansias de volar de los seres humanos, de traspasar los lÃmites, de intentar lo imposible.
El joven e impetuoso hijo que, por un lado, acepta la orden del padre de colocarse las alas confeccionadas por éste, mientras por otro la desmiente cuando contradice las prevenciones de no llegar tan alto (“querÃas volar y no te habÃas preparado aún para el vértigoâ€, decÃa Goethe), o sea: obediencia y rebelión ante la ley paterna y el castigo con la caÃda posterior. Toda la cultura, sapiencia, experiencia y arte de Dédalo no pueden ser transferidas a un joven que quiere explorar por sà mismo y violar los interdictos aun poniendo en riesgo su vida. La cultura popular dirÃa: “quiso tocar el cielo con las manosâ€.
Ovidio, por Ettore Ferrari (1848-1929) El poeta romano Publio Ovidio Nasón, más conocido como Ovidio (nace en Sulmona, 43 a. C. y fallece en Tomis, actual Constanza, 17 d. C.), es recordado sobre todo por sus obras “Arte de amar†(en latÃn “Ars Amandi†o “Ars amatoriaâ€, escrito entre los años 2 a. C. y 2 d. C.), que es un tratado sobre las artes amatorias y describe, de una manera satÃrica y poco solemne, los rituales de cortejo -algunos de los cuales aún hoy tienen vigencia- y las vicisitudes del amor.
También escribió “Las metamorfosisâ€, obra en verso en la que recopila relatos mitológicos especialmente del mundo griego, luego asimilados por la cultura latina de su época. Veamos cómo nos cuenta, en esta obra, la historia mÃtica de Ãcaro y de su padre Dédalo:
“¿Quién hubiese creÃdo, alguna vez, que el hombre llegarÃa a volar por los aires? Con plumas hábilmente dispuestas y enlazadas por un hilo de lino, y uniendo las extremidades con cera derretida al fuego, Dédalo concluye asà su artÃstica labor. Su hijo Ãcaro, gozoso, maneja la cera y las plumas, ignorando que éstas serÃan las letales armas que habrÃa de cargar sobre sus hombros.
El padre –Dédalo- le dice entonces:
‘Con estas naves, hemos de encarar el camino a la patria, y valiéndonos de su ayuda, escaparemos de la tiranÃa de Minos. Nos cerró todos los caminos, pero no pudo impedirnos el camino del aire; y ya que éste se nos ofrece, aprovecha mi invento para atravesarlo, pero evita aproximarte a la constelación de Orión que espera con la espada en la mano…
…Mide tu vuelo por el mÃo, yo te precederé, y siguiéndome próximo, caminarás con seguridad bajo mi dirección. Si en nuestra marcha aérea voláramos cerca del sol, la cera no soportarÃa el calor; y con vuelo humilde nos caerÃamos hasta la superficie de las olas, y las plumas, humedecidas por el agua, perderÃan su movilidad. Vuela entre estos dos peligros; sobre todo, hijo, teme a los vientos y deja que tus alas obedezcan a su impulso’. Después de darle estas instrucciones, adapta las alas al muchacho y le enseña a moverlas, como el ave que instruye a sus débiles pichones en el vuelo. Enseguida, ajusta a sus hombros las que fabricó para sà y ensaya con timidez el vuelo por la nueva ruta que se le ha abierto. Ya dispuesto a volar, abraza y besa a su hijo, y las lágrimas del padre resbalan por sus mejillas. Dédalo le coloca las alas a su hijo Ãcaro, por Frederick Leighton (1830-1896)
No muy lejos se destaca una colina que no alcanza la altura de una montaña, pero que domina los campos. Y desde aquÃ, los dos se lanzan a esa peligrosa huida. Dédalo agita sus alas y fija sus ojos en las alas de su hijo, sosteniendo la marcha con uniforme velocidad. La novedad del viaje les produce indecible satisfacción, y descartando todo peligro, el audaz Ãcaro traspasa las órdenes prescritas y se arriesga a temerario vuelo.
Un pescador los advierte mientras intentaba recoger unos peces, y del asombro, la flexible caña se le escapa de la mano.
Ya han dejado a la izquierda Samos y Naxos, Paros y Délos, tan amada por Febo, y a la diestra Lebintos y Calimne, que oscurece los bosques, y Astipalea, ceñida de pantanos abundantes, cuando el joven Ãcaro, presa de una temeridad poco común para su edad, se eleva más alto en el aire y abandona la guÃa de su padre. En ese momento, se distiende la atadura de las alas, la cera se derrite ante la proximidad del sol, y por más que agita los brazos, no acierta a sostenerse en la tenue atmósfera… La caÃda de Ãcaro, P. P. Rubens (1577-1640) Aterrado, desde la celeste altura, dirige al mar sus miradas, y el pánico que le produce cubre sus ojos con un denso velo. La cera se ha derretido; en vano agita los brazos, despojados de las alas; falto de sostén, tiembla, cae, y al caer, exclama:
‘¡Padre, padre mÃo, me desplomo, ampárame, ampárame!´; y las verdes olas ahogan sus voces lastimeras. El infeliz padre gritaba: ‘¡Ãcaro, Ãcaro!, no te veo, ¿en qué región del cielo te puedo encontrar?’. Lamento por la muerte de Ãcaro, por Herbert James Draper (1863-1920)
Dédalo maldice sus artes que originaron la tragedia y aún lo está llamando a su hijo cuando distingue las plumas sobre las olas del mar, en las aguas que habrÃan de llevar su nombre. Posteriormente le dio sepultura en la Isla que llamó Icariaâ€. Ovidio, “La Metamorfosisâ€, canto VIII El mito de Ãcaro impactó a escultores, poetas, filósofos, pintores e inventores (particularmente a Leonardo en sus inventos de aviones, helicópteros y los estudios de alas de pájaros). Máquinas para volar, Leonardo Da Vinci
También el mito impactó a cineastas: “I como Ãcaro†con Ives Montand, dirigida por Henri Verneuil; “Billy Elliot†dirigida por Stephen Daldry; “El volar es para los pájaros†(“Brewster McCloudâ€) de Robert Altman; “Brazil†de Terry Gilliam; “Las alas del deseo†de Wim Wenders; el documental “Ãcaro†de Pep MartÃn Closas.
Quiero cerrar este recordatorio del mito con una pintura enigmática y fascinante:
“PAISAJE CON LA CAÃDA DE ÃCARO†(1544-1545) PIETER BRUEGHEL, EL VIEJO
En este cuadro, atribuido –aunque hoy su autorÃa fue puesta en dudas- a Pieter Brueghel (el viejo), se ve, como un detalle lejano, la pierna de Ãcaro que se hunde en las aguas (marcado con un cÃrculo en la imagen de la derecha, abajo), mientras el entorno permanece indiferente a su drama.
Hay un proverbio flamenco que dice «Ningún arado se detiene porque un hombre muera». La pintura, como un poema de Auden inspirado en esa obra también lo sugiere, denuncia la indiferencia de la humanidad al sufrimiento de un drama individual, ajena al dolor del otro. Resaltando que los hombres siguen con sus quehaceres a pesar de la muerte de la figura del infortunado joven. “Sobre el dolor jamás se equivocaban los Antiguos Maestros: comprendÃan muy bien su expresión en el hombre; cómo ocurre mientras algún tercero está comiendo, o abriendo una ventana o simplemente caminando por ahÃ… … Por ejemplo, en el Ãcaro de Brueghel: cómo cada elemento da la espalda al desastre despreocupadamente; quizás el labrador escuchó el chapuzón, el grito ahogado, pero eso para él no era motivo de inquietud; el sol brillaba como debÃa brillar sobre las piernas blancas que desaparecÃan bajo las aguas verdes; y ese barco, tan espléndido y elegante, que ha de haber asistido a algo asombroso: un chico que volaba desplomándose del cielo; pero el barco tenÃa que llegar a algún lugar, y siguió navegando mansamente.†Museé de Beaux Arts (extractos) de W. H. Auden (1939)
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