¿Porqué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? |
(un diálogo amoroso con Groucho Marx**) Groucho Marx: tú que eres un sexólogo tan informado, ¿acaso sabes cuál es la primera causa de divorcio? Adrián Sapetti: creo que... en realidad, no lo sé. GM: el matrimonio... AS: eso es verdadero humor marxista, admirado Groucho. ¡Háblanos del amor y del matrimonio! GM: Detesto empezar a hablar del matrimonio, del amor y del noviazgo. (Creo que los he citado a la inversa, pero en realidad no representa gran diferencia, a menos que se esté enamorado.) Como tengo tres hijos, es justo que supongas que he estado casado... aunque he oÃdo hablar de ciertas excepciones a la regla. No estoy tan loco como para embarcarme en este tema. En la historia de la humanidad no hay otro tópico que haya sido tan rastreado, hecho trizas y machacado como los lazos sagrados, para no mencionar los menos sagrados.AS: los medios contribuyen bastante para dar esa imagen. GM: ninguna revista que se estime en algo ha aparecido en los quioscos sin publicar por lo menos dos artÃculos definitivos sobre el matrimonio y el noviazgo (frecuentemente escritos por un grupo de célibes o de vÃrgenes, si es queda alguna). Ningún diario puede sobrevivir sin una columna de consejos sentimentales, probablemente contigua a la sección cómica, la parte más importante de la publicación. Por lo menos la mitad de las pelÃculas que se hacen para la gran masa tratan del muchacho que conoce a la chica y del lazo corredizo que el público se ha acostumbrado a esperar en el último rollo de la pelÃcula. Cada tarde en la televisión hay tres horas dedicadas a variaciones sobre el tema de "La vida puede ser un éxtasis" y en la radio ocurre otro tanto. AS: ¿cuándo te casaste por primera vez? GM: mi primer matrimonio tuvo lugar en Chicago. TenÃamos la licencia y dos dólares y hubiésemos podido casarnos inmediatamente y sin trabas en el ayuntamiento, pero mi novia insistió en que deseaba cierta atmósfera religiosa. Cualquiera que se haya casado sabe que a esta altura de las relaciones, el novio, febril de deseo, está dispuesto a conceder cualquier cosa. No sé si Chicago ha mejorado, pero fuimos acribillados a preguntas por cinco sacerdotes antes de encontrar a uno que consintiese en celebrar la ceremonia. Parece que los cinco que nos rechazaron tenÃan objeciones religiosas que oponer porque no éramos los dos de la misma fe. Además, cuando descubrieron que ambos trabajábamos en el teatro, se apresuraron a acompañarnos hasta la salida. AS: se te nota un tanto irreverente... GM: no quiero ser irreverente, pero creo que estarás de acuerdo en que, quien creó el sexo, ciertamente sabÃa lo que hacÃa. Aunque todo el mundo está loco por él, la palabra en sÃ, pese a su brevedad, parece asustar a muchÃsima gente. Los autores de canciones, en especial, siempre suprimen esta adorable palabrita y la sustituyen por "amor". Ningún cantante (ni siquiera un tenor) se atreverÃa a cantar “El sexo es algo maravillosoâ€. Con ese tÃtulo la canción obtendrÃa un éxito multitudinario, pero el cantante serÃa puesto en la lista negra por algún comité de moralidad. ¿La acusación?: incitar a la gente a que haga una cosa perfectamente natural. AS: creo que te has quedado desactualizado, The Times They are A-Changin’, como cantaba tu coterráneo Dylan. GM: nunca oà hablar de tal cantor. Y sigo: el amor abarca una multitud de emociones y de actitudes. Creo que puedes amar a Dios, a un niño, al vecino (o a su esposa, elegir uno o el otro), e incluso a un caballo. Pero el amor matrimonial nunca se define con claridad. Cuando la gente ve a una pareja joven paseando sin rumbo, tomada del brazo, ajena al mundo entero y tan apretada como dos plátanos en la misma piel, invariablemente exclama: -¡Oh, qué pareja más encantadora! ¡Qué enamorados están! ¿Verdad que es bonito? Bueno, aquà es donde el viejo Groucho, experto en nada, saca fuerzas de flaqueza y descubre su alma ante un mundo hostil. Lo llaman amor, pero, para ser sinceros, en la mayorÃa de los casos no lo es. Se trata sólo de dos personas que se encuentran sexualmente atractivas y que esperan, si hay suerte, estar pronto uno en los brazos del otro. Me gustarÃa saber lo entusiasmado que este Romeo se mostrarÃa acerca de esta Julieta si ella fuese patizamba, tonta y su busto estuviese manufacturado en Akron, Ohio. Supongamos que tanto ella como él tuviesen patas de gallo. Me pregunto lo fuerte que serÃa su amor en este caso, a menos, desde luego, que resultara que ambos fuesen gallos, en cuyo caso se sentirÃan irresistiblemente atraÃdos. AS: sin embargo, muchas personas, que no son lo que se dice bellas, llegan a casarse. GM: incluso las personas espantosas se casan (tómame a mÃ, por ejemplo), pero la mayorÃa de los jóvenes se casan porque sienten avidez por esa sublime experiencia sexual que han estado acariciando en su subconsciente desde que iban a la escuela, alentada por sus amigos, por las pelÃculas y por las novelas baratas. En “La gata sobre el tejado de zincâ€, Tennesse Williams hace que la madre señale una cama y diga: "Ahà es donde se deciden los matrimonios". Si el señor Williams cree que en el matrimonio no hay más que esa cama, le sugiero que repase de nuevo la obra y la escriba otra vez. AS: no puedes negar que, además del placer, el sexo puede llevar a la procreación. GM: no hay dudas de que el sexo es la fuerza responsable de la perpetuación de la raza humana. Si no existiese, la vida desaparecerÃa en pocas décadas, lo que tal vez no fuese mala idea. Creo, sin embargo, que el verdadero amor aparece sólo cuando se han amortiguado las primeras llamaradas de pasión y quedan sólo las brasas. Este es el verdadero amor, que guarda sólo una relación remota con el sexo. Sus partes integrantes son la paciencia, el perdón, la comprensión mutua y una larga tolerancia hacia los defectos ajenos. Creo que esta es una base mucho más firme para la perpetuación de un matrimonio feliz. AS: estás divagando... GM: pero ¿por qué he de divagar acerca de esto? Pongámoslo todo en manos del maestro, G. B. S. (Shaw para ti), a quien cito: "Cuando dos personas están bajo la influencia de la más violenta, la más insana, la más ilusoria y la más fugaz de las pasiones, se les pide que juren que permanecerán continuamente en esa condición excitada, anormal y hasta agotadora hasta que la muerte los separe". Ahora que el señor Bernard Shaw y yo hemos definido el amor y hemos hecho con él un paquete pequeño, primoroso y superficial, prosigamos. Creo que la soledad es responsable de más matrimonios que el tan traÃdo y llevado sexo. AS: pareciera que no estás muy de acuerdo con la maravillosa vida del soltero. GM: he leÃdo muchÃsimas biografÃas describiendo la vida plácida del soltero, pero no te lo creas. Un amigo mÃo me dijo una vez con cierto arrepentimiento que si durante los dÃas de su noviazgo hubieran existido la televisión y las comidas en lata, nunca se hubiera casado. Hay la suficiente verdad en su afirmación para hacerme creer que desearÃa no haberse dejado atrapar jamás. El muy tonto no comprende que, prescindiendo de cuantas comidas en lata tragara o de cuantos televisores tuviera en casa, seguirÃa estando solo. Las comidas en lata son un invento maravilloso, pero no pueden reemplazar a una mujer enamorada que cuida a su marido. Si tuviera que definirlo con una sola frase, utilizarÃa esta: "El mejor banquete del mundo no merece la pena ser comido a menos que se tenga a alguien con quien compartirlo". Y lo mismo ocurre con todas las experiencias compartidas. La mitad del placer que supone ver TV en casa consiste en que uno puede volverse hacia el compañero y comentar los programas infames que las emisoras producen con toda deliberación. AS: o sea, la famosa teorÃa de “no es bueno que un hombre esté soloâ€. GM: no hay nada más espantoso que sentarse solo en el cine, sin nadie con quien hablar. Durante mis retiradas de la vida matrimonial, con frecuencia experimenté esta desagradable sensación. Tal vez sea un caso excepcional, pero encuentro casi imposible ver una pelÃcula a menos que pueda lanzar a mi compañero, hombre o mujer, preguntas como: "¿No habÃamos visto el año pasado a ese gordo en “Aquà está la pubertad†o "he olvidado quién ha dirigido esta porquerÃa: ¿cómo se llama?" o "¿crees que ella es verdaderamente culpable?". Comprendo que esta clase de charla estúpida puede ser enloquecedora para mi compañero, para no mencionar a los espectadores que nos rodean, pero es un impulso que, por desdicha, no puedo dominar. Y ése fue el origen de una aventura horrible. Un sombrÃo fin de semana, sintiéndome con ánimo romántico, viajé hasta Palm Spring. Cuando llegué estaba lloviendo. HabÃa reservado una habitación en un destacado club de tenis y, según tengo por costumbre, andaba en busca de alguna compañÃa femenina. Aquel año el tiempo habÃa sido desusadamente malo (según la Cámara de Comercio) y en el club apenas encontré elementos del sexo opuesto. Cené solo. Con excepción de mi respiración profunda, la única distracción que habÃa en el amplio comedor era el atemorizador sonido que producÃa un viejo caballero situado en un rincón lejano. Estaba deshaciendo una tostada en la sopa de almejas con la esperanza de que este aditamento harÃa potable aquel mejunje....espera, Adrián, que enciendo otro habano... AS: ¿qué pasó entonces?, muero de curiosidad. GM: era una noche frÃa y húmeda, de modo que puse unos cuantos troncos en el hogar. Aparentemente, algo iba mal en el tiraje porque, en lugar de aquellas llamas alegres y cálidas que debÃan haberse alzado hacia la chimenea, la habitación y yo empezamos a llenarnos de humo. Me coloqué el sombrero y desplazando un poco mi úlcera hacia un costado, decidà que antes de convertirme en un verdadero salmón ahumado era preferible dirigirme al cine local. No recuerdo lo que se proyectaba. Sólo me sentÃa atraÃdo hacia ese cine por un anuncio que decÃa: "Se permite fumar en la sala". Al entrar, el empresario me saludó con toda la deferencia debida a un gran artista. Dijo: -¡Hola, Groucho! Quedan muchas localidades buenas. ¡Ja, ja, ja! Su risa se convirtió en sollozos mientras yo penetraba en la sala. La platea estaba vacÃa, con excepción de un hombre viejo que se sentaba en el tramo central, absorto en lo que ocurrÃa en la pantalla. Me encaminé directamente hacia él. Como habÃa entrado después de empezar la pelÃcula, no tenÃa idea de lo que ocurrÃa ni de quienes eran los artistas. En consecuencia, le lancé una serie de preguntas en rápida sucesión. Me respondió con otra serie de respuestas breves y guturales. Después de esperar unos cuantos minutos, le hice otra pregunta. En cuyo momento él recogió su gabardina y su sombrero y se trasladó al extremo más alejado de la sala. Como no tenÃa a nadie más con quien hablar, muy pronto salà del cine y regresé a mi hermoso refugio. Abrà rápidamente todas las ventanas y me zambullà en la cama. Mientras yacÃa en ella, tembloroso, un pensamiento terrible se me ocurrió. ¡Supongamos que el hombre del cine hubiese acudido al empresario a quejarse de que un tipo excéntrico, o algo peor, que habÃa desparecido apresuradamente, habÃa tratado de molestarlo! ¡Qué bonito titular hubiese hecho! GROUCHO MARX DETENIDO POR MOLESTAR A UN ANCIANO EN UN CINE LOCAL. Ahora también quiero irme a descansar, me estoy aburriendo. AS: no te hagas el gracioso... GM: soy conciente, aunque no lo creas, que es difÃcil ser gracioso. Desde luego, ser cómico es un asunto muy serio. Sé bien que te fascina esa frase mÃa de que “jamás formarÃa parte de un club que me tuviera a mà como socioâ€. AS: es cierto que me encanta y hoy, para muchos terapeutas, es un ejemplo genial de mensaje paradojal. Pocos saben que eras un intelectual que amaba los libros. GM: fuera de los lÃmites de la raza canina, el libro es el mejor amigo del hombre. Ahora debo irme y si tus lectores tienen alguna pregunta, no duden en escribirme indicando peso, edad y sexo. Tengo un particular interés en conocer a un par de rubias de no más de 32 años que les guste andar en piragua. AS: que descanses entre bromas, gags y risas. GM: antes de irme, doctor, te quiero decir que he pasado una velada maravillosa... pero, no ha sido precisamente ésta, contigo. Hasta siempre. * Sobre la base de una colaboración de Fabio Sapetti. ** Julius Henry Marx (1890-1977) fue el tercero de seis hermanos, hijo de inmigrantes judÃos de origen alemán; criado en el alborotado Upper East Side de New York, uno de sus sueños habÃa sido estudiar Medicina pero, como es conocido, se hizo famoso como Groucho, uno de los hermanos Marx. De él, otro genio como Woody Allen, dijo: “Hay una grandeza natural e innata en Groucho, que desafÃa cualquier análisis, como sucede con todo verdadero artista. Es sencillamente único, del mismo modo que lo son Picasso y Stravinsky. Creo que su desvergonzado desprecio por el orden establecido y su falta absoluta de sentimentalismo harán reÃr dentro de mil años como lo hicieron entonces. Y por si eso fuera poco, consigue hacerme reÃrâ€. Agregaba el periodista Stefan Kanfer: “Allen no es el único que piensa asÃ. Hoy somos todos marxistasâ€. |