Transexualidad


* Adaptado de "Sexualidad en la pareja" (Sapetti-Rosenzvaig, Editorial Galerna, 1987)

"Se van moviendo ante el mundo en ciernes sin definir nunca su identidad: a veces parecen dioses, otras parecen diosas; a veces seducen, otras agreden. Su vientre se eleva como un cuchillo o también se abre como un volcán. Ellas son hermafroditas y de acuerdo con la luna, saldrán a seducir a doncellas o mancebos".

(El loto blanco, libro sagrado Egipcio)

M.R., 24 años: Antes que nada les digo que no soy gay. Pertenezco al sexo masculino, pero nunca hice el amor con una mujer. Recuerdo que desde los 12 años empecé a sentir ganas de tener relaciones con muchachos mayores que yo. Hasta el día de hoy siento deseos a primera vista y gozo. Prácticamente me siento una mujer: yo amo, quiero el cuerpo y el miembro de los hombres y quiero tener hijos como una mujer. Sé que ustedes dirán que estoy loco, que soy un homosexual cualquiera. Sé que nunca voy a querer a una mujer, porque siento, pienso, vivo y actúo como ellas. Quiero tener hijos como una mujer, como sus madres o sus hermanas. Mi deseo es tener un hijo para uno de los que quiero. ¿Qué debo hacer?

Las numerosas variaciones sexuales conocidas llevan a dudar de la definición genética que decía que los cromosomas XY conducen a la masculinidad y los XX hacia la femineidad. Las relaciones familiares tempranas y los factores sociales y ambientales, tanto en el ser humano como en el resto de la escala animal, son de capital importancia. Este preámbulo es para mostrar que no siempre el sexo genético indicará la identidad sexual posterior, es decir la sensación que se tiene de sí mismo como varón o mujer. Es algo de lo que le pasa a M.R. y que no se trata de un simple caso de "homosexualidad o locura", sino de lo que se denomina transexualidad (transgénero), que es aquel que siendo genéticamente de un sexo, para este caso el masculino, siente, actúa y desea como perteneciente al otro. Un homosexual, en cambio, desea y se excita con alguien del mismo sexo, pero no pierde su propia identidad masculina o femenina. Dirá, por ejemplo, "a mí me gustan los varones, pero yo soy también un varón". Hay que diferenciarlo, asimismo, del trasvestismo que es alguien que disfruta vistiendo ropas de personas del otro sexo, pero que se define como el que corresponde a su dotación genética. Un ejemplo sería el de ciertos varones que para gozar sexualmente con una mujer necesitan usar prendas de ésta. Si bien muchos autores dicen que el travesti no es un homosexual, nosotros hemos visto en nuestra práctica clínica varios casos que sí lo eran.

Todo esto apunta a la diferenciación del hermafroditismo, nombre que deriva de Hermes y Afrodita, de cuya unión nació un hijo con ambos sexos, según la mitología griega. También se lo llama intersexualismo, que no entra en los llamados problemas psicosexuales, ya que tiene una etiología determinante: la presencia de rudimentos embriológicos de ambos sexos.

El hermafroditismo puro, es decir aquellos individuos que poseen caracteres sexuales secundarios y primarios de ambos sexos (pene, testículos, vagina y ovarios) es raro. Lo más frecuente es el llamado seudohermafroditismo, en el cual por ejemplo, puede haber pene sin testículos y con ovario, o vagina con un clítoris agrandado y sin ovarios, pero con testículos. Los seudohermafroditas son problemas genéticos y no suelen ser capaces de fecundar.

Los transexuales desean operarse, porque se sienten extrañados de su propia anatomía: los varones desean ser castrados y piden que se les deje en su lugar una seudovagina; al mismo tiempo se colocan siliconas en los pechos, inyectándose hormonas femeninas. Las mujeres solicitan que se les reduzcan las mamas, se les extirpe el útero y se les realice un implante de pene; también suelen inyectarse con testosterona (en lo personal me tocó atender a una mujer que, habiéndose aplicado testosterona durante dos años, se había virilizado con una barba hirsuta y voz grave).

Hay dos bellas películas, “Los muchachos no lloran” (Boys don´t cry)
y “Mi vida en rosa” (Ma vie en rose) que describen de una manera esclarecida
estas problemáticas de una joven y de un niño, respectivamente,
que se sienten prisioneros en un cuerpo cambiado.

Pero lo que no podrán los transexuales es, en el caso de los varones, concebir un hijo en sus entrañas, ya que no poseen útero ni ovarios. Aunque parezca de ciencia-ficción se han hecho ensayos, que fracasaron rotundamente, en los cuales se implantó un óvulo fecundado en el peritoneo de un varón, dándole hormonas para producir un embarazo artificial.

El caso de la transexualidad plantea dificultades desde todos los puntos de vista: moral, legal, médico, psicológico y sociológico. Hay sociedades que la aceptan en mayor o menor medida y otras que la reprimen y persiguen. Después de operados (hay países donde esta operación es legal; en otros se practica clandestinamente) los varones y las mujeres experimentan actitudes diferentes: las mujeres no presentan grandes problemas de adaptación, ya sea dentro del orden laboral, familiar o social; los varones, en cambio, son "más propensos a llevar una vida escandalosa y a dedicarse de lleno en muchos casos a la prostitución, a veces para pagar los gastos costosos que le significaron las operaciones a que se debieron someter para alcanzar el cambio (aparente) de sexo" (Hebe Barrilli). Aunque en el caso de las mujeres que quieren operarse para devenir varones los pasos quirúrgicos son más complejos. De todos modos sabemos que cualquier cirugía que nos cambie el esquema corporal trae cambios en el psiquismo, por lo que muchos países recién los operan luego de un abordaje psicoprofiláctico previo a las cirugías.

En la sección Psiquiatría contamos la historia de John/Joan,
un dramático caso de un niño que fue castrado quirúrgicamente
y al cual se le intentó un cambio de sexo.

Nosotros pensamos que, como a cualquier ser humano, los transexuales son dignos de que se les preste atención, se los escuche y comprenda y se trate de encontrar las mejores soluciones para su adaptación que -no seamos ingenuos- es difícil y conflictiva. Desde lo que hoy sabemos, es en vano tratar por medios represivos de lograr que un transexual desista de sus sentimientos y se convierta en lo que él no siente que es. Podríamos decir que un transexual varón percibe que tiene el cuerpo cambiado, lo siente enajenado de sus propios deseos de ser mujer: teniendo un cuerpo de apariencia masculina siente que por dentro es femenino. En el caso de las mujeres transexuales se da el fenómeno inverso. En todo caso, no es el único drama que un ser humano puede llevar sobre sí. Como a cualquiera, le cabe sentirse en crisis y no poder ver el camino para superarla, a M. R. se le podría aconsejar una psicoterapia: no para convertirlo en heterosexual (en este sentido no se han visto logros), sino para sentirse comprendido, esclarecido y menos desesperado.



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