Sexualidad y embarazo


“Menos tu vientre todo es oculto...todo inseguro, todo postrero, polvo sin mundo, menos tu vientre, todo es oscuro, menos tu vientre, claro y profundo”

Miguel Hernández (Cancionero y romancero de ausencias)

Durante el transcurso de un embarazo, se producen en la pareja múltiples y profundos cambios, que pueden afectar distintas áreas de su relación. En muchos casos, por no estar debidamente informados y consecuentemente preparados para enfrentarlos, estos cambios suelen afectar una de las áreas que se muestra como la más vulnerable al daño, la sexualidad.

Pueden aparecer trastornos sexuales en la mujer y también en el varón. Las disfunciones pueden ser “transitorias” o “definitivas”. Cuando el problema no es identificado y fundamentalmente tratado a tiempo, éste suele perpetuarse y tornarse definitivo, aún después de finalizado el embarazo. La mayoría de las causas que pueden tornar permanente una disfunción sexual, tienen que ver con la llegada del nuevo huésped a la casa. La falta de intimidad, la demanda de atención (especialmente materna), la falta de tiempo, la redistribución de roles entre otras cosas, poco a poco van diluyendo el interés por resolver el problema. La prioridad ahora es otra: el bebé. Cuando la consulta es oportuna, la información veraz brindada por un profesional idóneo o una terapia breve, suelen ser suficientes para solucionar el problema sexual en poco tiempo.

Las disfunciones más frecuentes suelen ser:

La historia sexual de cada pareja, el grado de conformidad y satisfacción que cada uno tiene con su propia sexualidad, la salud sexual previa al embarazo, el nivel de comunicación que tengan los cónyuges entre sí, y especialmente “el nivel de información” que tengan sobre “los cambios normales” que se aproximan, determinarán la predisposición o no, a padecer trastornos sexuales durante la gestación.

Dentro de la diversidad y complejidad de cambios que sufre una pareja embarazada, citaré solo algunos, que se observan con más frecuencia como generadores de dificultades sexuales.

Con la llegada del nuevo hijo, cada miembro de la pareja experimenta su propio cambio, de acuerdo al “significado” que subjetivamente ella o él le otorguen, a la maternidad o a la paternidad que se aproxima. Además de los cambios psicológicos de cada uno, hay que considerar los que ellos experimentarán “como pareja,” con la incorporación del hijo a sus vidas y con el sentimiento de exclusión que eso puede acarrear en el varón.

El cuerpo de la mujer que cursa un embarazo normal sufre profundas modificaciones fisiológicas que generan importantes modificaciones en el físico, más allá del aumento del contorno abdominal (estos cambios pueden magnificarse o sumarse a otros, cuando los embarazos tienen una patología obstétrica agregada). Poco a poco y a medida que va creciendo el producto de la concepción dentro del vientre materno, las formas se van perdiendo. Muchas veces aparecen várices, edemas, y estrías, que aunque suelen considerarse visitas normales y pasajeras, no son recibidas con aceptación.

Para algunas mamás y también para algunos papás, esta transformación del cuerpo, puede provocar una alteración desfavorable en la imagen corporal erótica de la mujer. En estas circunstancias, “ellas” podrían no sentirse seductoras y sensuales para el sexo, o “ellos” podrían no sentirse motivados, por un cuerpo que ha perdido sus cualidades eróticas.

Bien decía S. de Beauvoir, en “El segundo sexo”, que los momentos de la vida de una mujer que al varón recuerdan su capacidad generadora (embarazo, lactancia, menstruación, puerperio) se convierten en tabúes. (Nota del Dr. Sapetti)

Algunas parejas suelen experimentar temor de dañar al bebe durante el coito, otras se pueden sentir inhibidas por los movimientos fetales, otras preocupadas por generar un prematuro nacimiento. Lo cierto es que, la desinformación sumada a la presencia de múltiples prejuicios culturales que se han transmitido a lo largo de todos los tiempos como verdades absolutas, consideran muchas veces a la embarazada como un ser “asexual”, sólo al servicio de la procreación. Algunas religiones (en el Talmud y el Corán), prohibían el coito durante todo el embarazo, otras sólo al final.

Un buen recurso para aquellos varones que temen acercarse al cuerpo de su mujer es indicarles que le pasen cremas o lociones por la “panza” como una manera de contactar con ella y el bebé. (Nota del Dr. Sapetti)

En los últimos tiempos los criterios se han modificado. Es importante respetar y cuidar las otras funciones de la sexualidad, como fuente de placer y medio para fortalecer la unión y la comunicación de la pareja, en este especial estado de ansiedad y preocupación, natural del embarazo.

Si la gestación no presenta complicaciones: rotura prematura de las membranas ovulares, infecciones genitales, hemorragias, amenaza de parto antes de término, etc; no hay prohibición para los encuentros sexuales.

Si llegado el caso por estas complicaciones se prohibiera la penetración o el orgasmo –por las contracciones uterinas que acarrea- bien pueden apelarse a caricias y otras variantes coitales sin orgasmo de la mujer. (Nota del Dr. Sapetti)

Es muy importante para la mujer, conservar su capacidad erótica y orgásmica. La primera, contribuye a mejorar su autoestima (más allá de los cambios) y la armonía conyugal; y la segunda, ayuda a mantener la elasticidad y la flexibilidad de los músculos pélvicos, tan necesarias para el parto.

Me parece adecuado recordar que sexualidad no es sólo genitalidad; y que cuando una pareja desea compartir sentimientos de intimidad y amor, lo puede hacer sin necesidad de una relación coital con penetración excluyente. Distintas posibilidades a través de masajes, caricias y mimos, pueden ser una importante fuente de placer sensual y comunicación intima tanto durante el embarazo como fuera de él.

* Dra. Olga B. Marega
Especialista jerarquizada en Obstetricia. Ginecóloga.
Especialista en sexología clínica.
Master en sexualidad humana.



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