Los seres humanos no siempre hicieron el amor de la misma manera, menos aun de una única forma. Para comprobarlo sólo hace falta echar una mirada a los testimonios gráficos y artÃsticos que se han ido dejando a lo largo de la historia.“Un personaje de ingenio debe multiplicar las clases de unión sexualâ€, sugiere el Kama Sutra, uno de los tantos textos orientales dedicados al erotismo. Lejos de esta propuesta, la cultura occidental nos ha legado como única y aconsejable la posición llamada del misionero.
Más allá de su historia, lo que condiciona a las parejas de hoy son los mandatos que trataron de imponer una posición natural o de establecer que la cantidad es lo mejor. Hay parejas que sólo utilizan para sus encuentros sexuales una única posición, con escasas variantes y juegos, lo que va creando una cierta rutina y chatura en los encuentros; incluso sin tener en cuenta que hay posturas que pueden ser más placenteras para un miembro que para el otro. Acaso sea por eso que, desde tiempos lejanos, los seres humanos vienen buscando variaciones que les permitan hacer renacer la pasión o aumentarla.
Se supone que, en la prehistoria, la forma coital seguÃa el modelo de los animales (more ferarum: como las fieras): la mujer agachada y el varón penetrándola vaginalmente desde atrás. Algunos antropólogos creen que esta posición le permitÃa al varón avizorar la presencia de fieras o enemigos que lo acechaban. En algún momento fue reemplazada por la pareja enfrentada y hay quienes piensan que fue la mujer la que introdujo el cambio. Ambas situaciones están estupendamente graficadas en el film “La guerra del fuego†de J. J. Annaud. Se conservan registros iconográficos del mundo antiguo que muestran como una posición habitual a la mujer sentada sobre su pareja, pero tanto los griegos como los etruscos, chinos, hindúes y la cultura mochica (o moche) del actual Perú se habÃan encargado de describir, ilustrar o representar, múltiples posiciones coitales y hasta las nominaban con bellos y pintorescos nombres:
La abertura del bambú.
La posición del cangrejo.
La posición enlazante.
Postura de la rueda del Kama.
El salto del tigre, la presión del elefante y el frotamiento del jabalÃ.
Las cuatro clases de abrazos: abrazo de reptil, subida al árbol, mezcla de granos de samo y arroz, abrazo de leche y agua.
Succión de una fruta de mango.
Hay parejas que sólo utilizan para sus encuentros sexuales una única posición, con escasas variantes y juegos, lo que va creando una cierta rutina y chatura en los encuentros. |
Como decÃa antes: un legado de la cultura de Occidente nos ha propuesto como posición aconsejable la del varón arriba y mujer abajo, enfrentados. Vale la pena explicar algo: luego que James Cook conquistara Samoa, llegaron los misioneros anglicanos a las islas y, para su horror, verificaron que los nativos no asociaban el coito con la reproducción, ya que esta última era atribuida al espÃritu totémico. Asà disfrutaban muy libremente del sexo. Por otro lado vieron que la posición más usada era la de mujer arriba en cuclillas; entonces intentaron enseñarles las virtudes del coito natural que, para los misioneros, era el varón arriba y con finalidad meramente procreativa. Estos nativos, irónicamente, llamaron a este modo coital la posición del misionero (Sapetti-Rosenzvaig, Sexualidad en la pareja).
En cambio, son dignos de atender los poéticos consejos del Kama Sutra (siglo III de nuestra era): “Las personas deben imitar las diferentes costumbres de animales y pájaros. Estas diferentes clases de unión sexual, que se utilizan según las fantasÃas de cada individuo, son las que encienden el amor, la amistad y el respeto en el corazón de las mujeres.†Ubicados en el extremo opuesto a este concepto, algunos teólogos cristianos sostenÃan que el placer era obra del demonio y la mujer sinónimo de tentación. En los manuales de confesión del medioevo se indicaban preguntas destinadas a indagar sobre la existencia de placer en las relaciones matrimoniales y, de haberlas, eran objeto de condena. Desde estas afirmaciones, el orgasmo y el goce de la mujer eran innecesarios y pecaminosos: ellas eran meros instrumentos de los deseos del varón a quienes provocaban. A partir del Concilio Vaticano II, bajo el papado de Juan XXIII, comienzan a reconocerse las relaciones placenteras como vehÃculo de fortalecimiento de la unión matrimonial. Tomando en cuenta esta óptica, todas las posiciones coitales serÃan naturales. La SexologÃa considera que, tanto dentro como fuera de la ley del matrimonio, no existen posiciones únicas, ni naturales, ni aconsejables, ni sanas, sino que son válidas todas aquellas que produzcan placer y satisfacción mutuas.
Las relaciones sexuales no son meramente el orgasmo, sino también juegos, caricias, abrazos, palabras tiernas, contactos orales, masajes y variación en las posiciones, sea o no con penetración. |
Es común escuchar que las mujeres prefieren ir arriba, porque eso las excita y les permite llegar al orgasmo con más facilidad: probablemente en esta posición logren mayor frotamiento de la región clitoridiana y, teniendo más movilidad, regulan su excitación. Masters y Johnson aconsejaban la postura de la mujer arriba para facilitar el orgasmo femenino. El varón también se ve beneficiado por esta posición debido a que, en general, puede retener mejor su eyaculación, aumentando su eficacia si la mujer se mueve con lentitud.
El orgasmo más rápido para el varón es, habitualmente, cuando él está arriba y la mujer mantiene las piernas cerradas o cuando media un estÃmulo manual adicional de ella en la base del pene y el escroto, durante la penetración. En la mujer, también la estimulación manual -de ella misma o del compañero- durante el coito, acelera la respuesta orgásmica; en este último caso, la posición del misionero no es la más cómoda.
Es común escuchar que las mujeres prefieren ir arriba, porque eso las excita y les permite llegar al orgasmo con más facilidad: probablemente en esta posición logren mayor frotamiento de la región clitoridiana. |
De cualquier modo, tanto para acelerar un orgasmo como para retardarlo, es importante conocer que las variantes de ritmo, la intensidad del bombeo, el tipo de movimientos o los cambios de posiciones, permiten ejercer un control más eficiente sobre el momento del orgasmo masculino.
En cuanto a posiciones que favorezcan la estimulación del Punto G ya las he desarrollado en dos artÃculos sobre el tema que podrán encontrar en esta misma sección (Educación sexual). |
Existen posiciones que pueden resultar dolorosas o traumáticas para quienes la practican. Recuerdo un paciente que planteaba: “tuve relaciones con mi mujer arriba, ella hizo un movimiento y sentà dolor en el pene; ahora noto además que se me doblóâ€. Este tipo de consecuencias no se las atribuyo tanto a determinadas posturas sino al intento por concretar ciertas proezas y acrobacias y a la realización de movimientos bruscos (p. ej.: ella desde arriba tirando su cuerpo hacia atrás). Algunas mujeres pueden padecer dolor cuando colocan sus piernas en los hombros de su compañero para que éste las penetre. En este caso la explicación radicarÃa en el hecho de que la punta del pene puede hacer contacto con el cuello uterino. Pero también podemos destacar una a favor de esta posición: con la mujer bien lubricada permite la introducción del pene semierecto y esto ayuda en aquellos que no logran una completa rigidez por padecer algún grado de impotencia.
Cada persona deberá ir explorando y experimentando en qué posición disfruta más, en cuál consigue mejor control eyaculatorio o una facilitación del orgasmo. Hay tantas posiciones como el encuentro de los cuerpos lo permita. AnÃmense a vivenciarlas. |
Hay que entender que también en el tema de las posiciones y los roles, el tiempo ha ido produciendo cambios; es buen momento para que también el nuevo varón se vaya animando a cambiar. Cuando lo haga nos recordará esos versÃculos que nos cita Vatsyáyána: “un hombre que ponga en práctica todas las artes de los sesenta y cuatro medios indicados tiene asegurado el goce de la mujer de mejores cualidades, y será respetado y admirado por su propia esposa, las esposas de los demás y las cortesanasâ€.
* Dr. Adrián Sapetti, extractado de “Los varones que saben amar†(Editorial Galerna)