CAUSAS PSICOLÓGICAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES * PARTE 5 |
CONFLICTOS DE PAREJA Muchas veces observamos en el estudio de pacientes con problemas sexuales que el sistema sexual en la pareja suele ser destructivo. Toda relación donde impere el temor, el rechazo, dificultades en la comunicación, exigencias, agresiones, luchas por el poder, podrá ser productora de evitaciones, impotencias, descontrol eyaculatorio, disminución del deseo o anorgasmias. De allí que en las terapias sexuales de pacientes en pareja se trata de modificar no sólo las pautas individuales sino la interacción de ambos miembros. La rutina "Disculpe, ¿dijo monogamia o monotonía? Ahora imagina que estás allí pero con otra escenografía: un día la luz es tenue, la música suave, "new age". Otro día el sol entra, cálido por la ventana y la música es un bolero. Un día te sirven comida japonesa, sushi y sashimi; otra velada es comida francesa, bailas en una pista. El decorado cambia: oscuro, gótico, postmoderno; etéreo y vaporoso un día, cargado y barroco el siguiente. En época de frío hay un hogar con leños; en verano, una brisa acariciante mece las cortinas blancas. Una noche te sientes romántico con tu pareja, otra noche pasional, la siguiente hablan de los hijos o de los proyectos que tienen juntos. El lugar es el mismo, tu pareja es la misma, pero con múltiples variables, y todo parece diferente. Puedes hacer el amor con la misma persona por el resto de tu existencia, en diferentes lugares, formas, variantes y situaciones posibles. Vestidos, desnudos, con velos, semidesnudos. Bajo la ducha, en el jacuzzi, entre los médanos, en un hotel para parejas, en la cocina, en el jardín de la casa o en el asiento posterior del auto. El sexo podrá ser lento y sensual, salvaje y apasionado, intenso o suave; un encuentro de dos horas o de 5 minutos en el toilette. No necesariamente una pareja estable, monógama, tiene que ser desapasionada y aburrida. Obviamente aquellos que no tienen una vida erótica satisfactoria con su pareja, habiendo intentado cambios una y otra vez, no están obligados a clausurarla en la tumba de un monogamia coercitiva e insatisfactoria. Y estas son las quejas más frecuentes de la pareja estable, conviviente: el sexo se ha convertido en algo rutinario, aburrido, monocorde, gris y mecánico, desilusionante, frustrante. Todo lo que era nuevo ha dejado de serlo, perdimos la magia, la fantasía; se nos terminó el idilio en el naufragio de lo cotidiano. Lidia, 48, médica: “empecé a dar rienda a mi fantasía, incluso con Internet y el Cibersexo, y eso enriqueció las relaciones sexuales con mi marido. Sentir que puedo volar, dejar crecer mis fantasías, realizándolas o no, porque muchas veces sólo quedan en mí. Antes que tenía miedo de volar, me sentía atada, también me aburría, me costaba llegar al orgasmo. Gracias a la terapia de pareja que hicimos ahora siento que con mi esposo podemos usar nuestra creatividad. ¡Cuántos años desperdicié por los temores, las inhibiciones que te meten en la cabeza: que si era liberal era una prostituta, que sólo en la cama y boca arriba, y ninguna fantasía! Siento que hemos mejorado con los años, con la madurez la fruta adquirió más sabor”. Actitudes antieróticas Cuando vemos parejas disfuncionales es frecuente escuchar recriminaciones y cobros de facturas, y un evidente rencor hacia el compañero debido a años de incomprensión, conflictos y fracasos. Una de las situaciones más frecuentes es que uno o ambos miembros de la pareja considere al otro como repulsivo, desagradable, poco inteligente y luego se sorprenden cuando en sus espaciados y pobres encuentros sexuales la mujer no llega al orgasmo o el varón no tiene una erección satisfactoria o la pierde a poco de haberla obtenido. Un caso típico es quien nos consulta porque no logra la erección con su esposa; él dice que ya no la ama y que le desagrada físicamente porque la encuentra fea, gorda o mal arreglada y poseedora de actitudes poco eróticas. Muchas veces pareciera que él no se miró al espejo porque vería lo que se descuidó, cómo se abandonó: fuma compulsivamente, no se arregla, está con sobrepeso cuando no hipertenso y estresado, atrapado por las obligaciones, siempre le falta tiempo, salvo para estar horas frente al televisor viendo el fútbol de Italia, el de Brasil y cuanto partido se le cruce. Susana, 53: “llegué del trabajo con la ilusión de tener una noche distinta, no estaban los chicos, había empezado gimnasia, compré un perfume nuevo, me sentía romántica, erotizada. Cuando entré lo vi frente a la TV, me acerqué, lo quise besar y siguió clavado frente a la pantalla. No se fijó en mí. Me dio una rabia enorme: fui a la cocina y comí todo lo que encontré. Allí pensé: él me dice que no estoy linda como antes, que no me cuido...¡y para qué lo voy a hacer! Sí, ya sé: igual me tengo que cuidar, quererme a mí misma”. Inmersos en estos sistemas deserotizantes, verdaderas ruinas de la pasión, tanto ella como él contribuyen a la falta de deseo y excitación. No obstante muchos varones creen que igual van a poder funcionar y lo explicitan: “tengo que cumplir con el deber en casa”...."tengo que hacerlo cada tanto porque si no la patrona me echa"... “¡cómo no voy a hacerlo!, si ella es una buena ama de casa, una excelente madre...”, "sea como sea tengo que rendir, no quiero tener que escuchar sus quejas". Convierten algo placentero en un acto obligatorio y por decreto. Luego viene el asombro: ¿cómo es posible que haya fallado? Los rechazos mutuos, las recriminaciones, las dudas permanentes de una supuesta infidelidad que trae aparejada una disfunción eréctil del varón terminan reciclando el síntoma. Es bastante común que la mujer piense que él falla porque tiene otra, generándole una nueva exigencia: ahora tendré que probar que no le soy infiel dándole sexo como se debe, tengo que lograrlo. Como depende de esta espada de Damocles: si no logro la erección estoy perdido, van a dudar de mí, generalmente se consiguen varias cosas: inhibir el deseo (como el menor de los males), evitación de los encuentros -incluso los afectuosos y cariñosos- (no quiero empezar nada que después no pueda terminar), reiterados episodios de impotencia y ahondamiento de las sospechas y de los conflictos. Otras veces suele buscar algo afuera para ponerse a prueba y allí, como va a pasar un examen, termina fracasando también. Como tiene episodios reiterados de impotencia ella se quejará luego de que él no la desea, lo desprecia y hostiga, y él, rechazado, responderá con la falta de erección o la disfunción del deseo. Otras veces puede ser un problema si uno de los dos quiere más sexo que el otro, una suerte de asincronía: cuando uno quiere el otro lo rechaza con excusas diversas para ir a buscarlo cuando ya no quiere saber nada. Disturbios comunicacionales Hay una serie de supuestos, incomprensiones y desencuentros que se repiten con singular frecuencia en muchas parejas con problemas sexuales:
La ausencia de diálogo y las distorsiones en la comunicación son factores importantes para la persistencia y el mantenimiento de una disfunción erectiva. Así se van entrete¬jiendo una serie de suposiciones, malentendidos, falsas creencias e ignorancia de lo que al otro le sucede: cada uno hace lo que cree que al otro le gusta y no lo que realmente le gusta. No hay me¬jor manera de saber lo que satisface al compañero que preguntárselo. Por eso es que procuramos que la pareja disfuncional entable una nueva pauta de diálogos comunicándose los sentimientos y deseos que hasta ese momento trataron, por miedo o vergüenza, de callar. Cuando algo se explicó o "sugirió" muchas veces y la pareja no lo entendió hay que pensar que el disturbio está en el emisor que no transmitió el mensaje adecuado, o que el receptor no pudo, no supo o no quiso recibirlo, o que en el medio de los dos hay un abismo insalvable. Si de esa manera el mensaje no se comprende sería mejor no seguir insistiendo de la misma manera, basta de más de lo mismo, busquemos una nueva manera de comunicarlo en lugar de aumentar el tono e insistir siempre igual. Otra cosa muy frecuente que veo es cuando, p.ej., el varón es un eyaculador precoz o está padeciendo una impotencia o una disminución del deseo y la pareja le dice: anda al sexólogo, que te cure, porque yo no tengo nada que ver, no es mi problema. En realidad cuando hay un problema en uno de los miembros de una pareja termina siendo un problema que padecen los dos y no me parece una medida muy apropiada decir no tengo nada que ver, pues ya el sistema se resintió, los dos sufrirán por el conflicto tanto como se podrán beneficiar con los logros que obtengan. * Dr. Adrián Sapetti, médico psiquiatra y sexólogo clínico. Nota: por su extensión este artículo será dividido en partes. |