Historia sexual de una anorgasmia femenina |
Mi vida sexual, mmmmm…. Supongo que empezó desde chica…al iniciarme en la sexualidad mediante la masturbación. Lo que sà recuerdo fue que esta práctica siempre se me presentó como vergonzosa y muy cargada de culpas -hasta pensaba que si me masturbaba deberÃa sufrir alguna especie de castigo- y si, por casualidad, pasaba algo que me ponÃa mal, inmediatamente lo atribuÃa al hecho de que me habÃa estimulado.Mi masturbación siempre fue principalmente con el uso del bidet y hace un par de años incorporé el tocarme con mi mano, cosa que me resulta mucho más placentera. Pero hasta no hace mucho tiempo lo vivà como algo que estaba mal y me sentÃa medio perversa. Aunque por otro lado me ocasionaba mucho placer, y por eso no dejé nunca de hacerlo. Y supongo que de ahà la culpa. Fue recientemente, siendo estudiante de psicologÃa, leyendo del tema y con terapia de por medio, que pude empezar a experimentar la masturbación como algo natural, como algo que además de placer me brinda una descarga y me ayuda a conocerme más. Mis primeras experiencias empezaron alrededor de los 15 años, eran besos, toqueteos, donde me tocaban o yo tocaba, pero no iba más allá. Supongo que por mi crianza siempre tenÃa la idea que para tener relaciones habÃa que estar de novia. Alrededor de los 20, empecé a estar con mi actual pareja aunque no éramos novios, sino algo asà como “amigoviosâ€, yo no estaba muy convencida con esa clase de relación pero aún asà seguà adelante. Una vez que estábamos en el cuarto de Daniel, comenzamos a acariciarnos, a besarnos y él comenzó a masturbarme con sus dedos dentro de mi vagina. Recuerdo que estaba sintiendo mucho placer, quizás demasiado… de repente me sentà asustada, le pedà que parara y me largué a llorar muy angustiada. Cuando llegué a mi casa me sentÃa sucia, algo asà como una prostituta. Pensé que no pasarÃa más algo asà sino era una relación seria. Después de eso, escena que habÃa sepultado hasta el dÃa de hoy, mis relaciones no pasaban de besos y caricias. Alrededor de los 22 empecé a salir con un chico 27. Con él tuve mi primera relación sexual. Fue en mi casa. Me acuerdo que estábamos en mi cuarto…ya hacÃa un mes que salÃamos, la cosa se estaba poniendo “caliente†y en mi mente estaba la duda: ¿lo hacÃa o no lo hacÃa?, dudaba no sé si por mi educación o porque para tener relaciones habÃa que estar de novia. Hasta ese momento yo no sabÃa si éramos novios o no. Entonces la duda se respondió con una pregunta: -¿nosotros qué somos? A lo que él me respondió: -¿no somos novios? ¡Et voilá! ya está, tenÃa el consentimiento para tener relaciones sexuales. Ahà me decidÃ. Cuando me penetró fue doloroso, pero tenÃa que aguantar. Cuando terminamos me sentà bien y mal al mismo tiempo. No sabÃa si habÃa hecho bien, quizás tendrÃa que haber esperado más… Él me excitaba, me gustaba estar con él. Pero a medida que pasaba el tiempo no podÃa lograr el orgasmo por penetración, sólo algunas veces si él me tocaba, pero esto no ocurrÃa con frecuencia. TenÃamos los juegos previos, me penetraba él, acababa y ahà se terminaba todo. Yo ya empezaba a intuir que algo andaba mal porque no llegaba al orgasmo. Mi novio no le daba mucha importancia al hecho de sà yo terminaba o no, o si disfrutaba de alguna forma. Era simple: acababa y se ponÃa a dormir. Me sentÃa bastante frustrada. Ya que no hallaba satisfacción por otra vÃa que no fuera masturbándome. Después de 8 meses de una relación poco satisfactoria en todo sentido, me separé. Me sentÃa traicionada y por mucho tiempo al pensar en el sexo con él me daba asco. Mi segunda relación fue con un chico llamado Santiago, no era mi novio, pero la pasaba muy bien. A los 15 dÃas de haberlo conocido tuvimos nuestra primera relación sexual. Aunque yo pensaba que debÃa conocerlo más tiempo antes de tener relaciones, necesitaba sacarme el gusto amargo de mi otra relación. Asà que tenÃamos un vÃnculo básicamente sexual, nos veÃamos y nos acostábamos. Con él aprendà a ser más desinhibida y a tomarme el sexo como tal, sin pensar tanto en los sentimientos. Él me hacÃa cosas que me gustaban, me daba placer, me hacia reÃr. Aunque el hecho de que yo llegara al orgasmo no le preocupaba mucho. Una de las cosas que más me excitaba era el tamaño de su pene. Me gustaba eso de la potencia y del tamaño. Después de tres meses nos peleamos. Luego de esta relación, fue cuando empecé a estar con mi actual novio. Entre Daniel y yo siempre hubo mucha quÃmica. Y cuando empezamos a tener relaciones esperaba que con él las cosas fueran distintas, ya que siempre fue muy desinhibido con el sexo y me gustaba la idea de dejarme llevar por él en ese terreno. Pensé que llegarÃa a poder lograr con él las cosas que con otros no me habÃa animado. Lamentablemente, al final terminé casi como siempre. Me empecé a preocupar por no poder disfrutar. Por suerte pude hablar francamente y es la primera vez que siento que alguien se interesa en mi satisfacción, pude notar que las que no se habÃa interesado demasiado en ella era yo. Él me excita y en mis fantasÃas siempre lo pongo como co-protagonista, me gusta que me toque, y es la primera vez que disfruto de tocar a alguien, con él tengo sexo oral, y me gusta… sin ese sentimiento de humillación; me gusta brindarle placer, y lo más importante: siento placer en hacerlo. Puedo, aunque con esfuerzo y un poco de vergüenza, hacerle saber que tengo ganas de tener sexo con él. Aunque me doy cuenta que me cuesta pedirlo. Doy vueltas y siempre me dice que no sé cómo pedir las cosas de frente. El tema del tamaño del pene de Daniel era algo en lo que al principio pensaba mucho: a diferencia de Santiago, el pene de Daniel es tirando a pequeño. Creo que esto, a veces, fue un obstáculo. Hay una fantasÃa como que a lo mejor le falta volumen para que, en la penetración, yo pueda obtener más placer. Y ligado a esto, el hecho de que muchas veces siento que él acaba demasiado rápido. Cuando él ya está “a full†yo recién empiezo a elevar mi temperatura. Hubo un momento en que, aunque no llegaba al orgasmo, la pasaba bien, pero el hecho de no poder alcanzarlo se empezó a convertir en un obstáculo en nuestra relación. Cada vez que empezamos a tocarnos y jugar empiezo a pensar que no voy a acabar. Y me anticipo al malestar posterior. Me siento fracasada antes de empezar y no puedo disfrutar de lo previo. A la vez, no puedo pedir que me haga tal o cual cosa, porque es como si sintiera que la que falla soy yo. No tengo derecho a pedir nada. Comencé a estigmatizarme con el hecho de que jamás voy a conseguir un orgasmo. AsÃ, cuando estamos juntos, no puedo disfrutar tocarnos, besarnos ni acariciarnos, porque es como si lo único que estuviera esperando es la meta del orgasmo, y por penetración. De cualquier manera creo que es con quien mejor me he sentido y percibo que tengo mucho para dar, y creo que puede ayudarme a descubrir muchas cosas de mà ya que hay quÃmica: me gusta que me toque, me excita tenerlo cerca, pensar como me besa, lo que me dice o cómo me toca. Mis fantasÃas, solas o acompañadas de masturbación, en cambio, son una mezcla entre eróticas y románticas, generalmente yo tengo una posición muy activa donde hablo y pido que me hagan cosas. Donde soy asà como una mezcla de “femme fataleâ€. En mis fantasÃas recreo todo lo que me gustarÃa hacer y que me hagan. Pero como seré que, a la hora de entrar en acción en la vida real, asumo una posición de “haceme lo que quieras y como quierasâ€. O sea que la fantasÃa es algo asà como una realización de deseos, y en la realidad soy de forma más vale opuesta donde espero que me hagan y donde pretendo que el otro sepa y adivine qué quiero y qué no. Por lo general no hablo porque me da vergüenza. Siempre me costó poder pedir en mis relaciones lo que me gustaba, me dejé hacer, fijándome más en lo que le satisfacÃa al otro en vez de lo que me satisfacÃa a mÃ. Desde siempre me costó volcarme al otro en la relación sexual, y disfrutar de la experiencia de estar juntos sin pensar en otra cosa. Siempre mi cabeza está en juego como controlando mi cuerpo. Siempre que estoy con alguien me cuesta conectarme con ese momento, por mi cabeza fluyen miles de pensamientos: “¿me quiere?â€, “¿adonde llegará esto?â€, “¿estoy haciéndolo bien?â€, “¿qué hago acá?â€â€¦ Muchas veces siento como si mi cuerpo y mi cabeza estuvieran separados. S. A., Bs. As., mayo de 2002 |