Apuntes sobre la violencia y el aburrimiento | ||||
por Liliana Vázquez, licenciada en Psicología y Sociología![]() Michel Foucault La violencia es un fenómeno de causalidad compleja y está sobredeterminado, tanto intrapsíquica como socialmente. La violencia es definida semánticamente como el uso de una fuerza, abierta u oculta, con el fin de obtener de un individuo o un grupo algo que no quiere consentir libremente. Implica la intención o daño a la capacidad de pensar. En nuestra sociedad el estallido de los valores, la caída de los ideales, provocan desasosiego, inasibilidad y vivencias de vacío. Alienación, desafectivización, indiferencia e inercia promueven el desapuntalamiento social y la rotura de la red social y de la redes imaginario simbólicas. Preguntarnos si hay más o menos violencia hoy que antaño, no nos llevaría a ninguna parte, porque la conciencia y la intolerancia ante ella, son fenómenos que recientemente han adquirido dimensiones considerables. Citaré un párrafo de Domenach de 1981 que tiene plena vigencia: "Es cierto que antaño existía una violencia manifiesta que se encuentra en vías de desaparición en las sociedades industrializadas. Hoy son raros los duelos, las ejecuciones y castigos públicos. Ello no impide que crezcan las formas violentas de la delincuencia. He aquí una paradoja: a medida que se desarrolla una conciencia civilizada, que no tolera el ejercicio de la violencia, ésta se disimula y desplaza en dos direcciones. Por una parte se interioriza y se expresa de manera indirecta a través del discurso filosófico y crítico cada vez más áspero o bien por la explosión del altercado, del tumulto en ocasión de manifestaciones y eventos como el fútbol, recitales, etc. La violencia común se desahoga a través de una agresividad flotante sobre algún chivo expiatorio. Hay también una violencia de la técnica que es la expresión conjunta de la racionalidad mundial y de la voluntad de poder. La técnica a través del cual los hombres se comunican, que está creando un universo común a todas las naciones, es al mismo tiempo la que sojuzga a la naturaleza y a los hombres. La técnica no se contenta con proporcionar a la política instrumentos de control y coacción: ofrece un modelo de incitación a la dominación total. Cuando se posee el último poder sobre la materia es difícil admitir que el espíritu resista." Junto con la revolución tecnológica se asiste a la coexistencia de las formas más primitivas y crueles de la violencia que el proceso de la civilización parecía haber atenuado. La cultura que debería ofrecer las posibilidades sublimatorias a las pulsiones, se constituye por diversos motivos en un caldo de cultivo para las mismas. Cuando la violencia se acrecienta y generaliza se producen respuestas contradictorias. En tanto promueve miedo e inseguridad, la banaliza defensivamente, se la naturaliza: "guerras hubo siempre”, se afirma. La cultura de la violencia hace del miedo una Institución. A su vez, la incertidumbre y el miedo continuos tienen efecto de impensabilidad. Dice Saramago al respecto: "... la globalización del mercado ya no está propugnando un pensamiento único sino directamente el pensamiento cero", una forma más del ejercicio de la violencia puesto que significa anulación de cualquier otro pensamiento alternativo al hegemónico. La globalización, ese eufemismo que constituye al mercado como Amo Absoluto, promoviendo en los países periféricos la caída del sostén estatal en las áreas de seguridad social, educación pública y justicia, dejando librados a su suerte a amplios sectores de la población, trayendo por un lado innovaciones tecnológicas que aumentan la productividad y por otro lado desempleo y exclusión social y por supuesto como consecuencia violencia social sustentada en esta lógica de la discriminación, la exclusión y la injusticia.
Llegado hasta aquí podemos pensar que la violencia social es un fenómeno histórico que se relaciona con condiciones sociales particulares, y que es un proceso interactivo entre los individuos y sus ambientes sociales, efecto de condiciones sociales facilitadoras de estos sentimientos agresivos: hacinamiento, desnutrición, desempleo, desigualdad, pobreza, frustraciones marginalidad. Al mismo tiempo que sostener o mantener desde lugares de poder, estas condiciones de asimetría social implican de por sí el ejercicio de la violencia. Si estas condiciones sociales persisten, y a la vez se potencian frente al debilitamiento del poder judicial esta cultura de la violencia se refuerza y legitima la fuerza como único medio para resolver frustraciones y conflictos, lo cual la hace funcionar de un modo cíclico. Freud en "El porqué de las guerras" (1932), nos decía: “Por un lado algunos amos tratarán de eludir las restricciones de la vigencia general -La ley-; es decir abandonarán el dominio del derecho para volver al dominio de la violencia. Por otra parte los oprimidos tenderán constantemente a procurarse mayor poderío y querrán que este fortalecimiento halle eco en el derecho es decir que se progrese del derecho desigual al derecho igual para todos, lo más frecuente es que la clase dominante se niegue a esta transformación y se llegue a la rebelión, a la guerra civil, es decir a la supresión transitoria del derecho y a renovadas tentativas violentas que una vez transcurridas pueden ceder el lugar a un nuevo orden legal.” Abandonados a los ideales del bien común, caídas las conquistas sociales, desarmada la solidaridad, observamos un gran cambio en la subjetividad de nuestra época. La falta de sanción se verifica en la impunidad que gozan aquellos que han franqueado la ley, el sentimiento de desprotección se generaliza. Si la ética compartida cae y no hay sanción, entonces claramente se hace visible la cara del horror, el aburrimiento y la violencia.
![]() Baudelaire, que comenzaba a visualizar los efectos del amo moderno (el capitalismo) sobre las ciudades y sus habitantes, en su libro "Las flores del mal" hace una primera gran referencia a los efectos del tedio, del horror y la violencia: "De todos nuestros vicios en la leonera infame
El aburrimiento condena a una muerte en vida. El tiempo sin puntuación, sin muerte es lo insoportable, es lo violento. Llegado a este punto, creo haber desarrollado algunas coordenadas que definirían los gérmenes de nuestra violencia actual y me gustaría concluir con el último verso de Baudelaire con que cierra "Las flores del mal" donde anuda la posibilidad permanente del hombre de resurgir siempre de las propias situaciones adversas que genera:
|