Retrospectiva sobre las posiciones sexuales* | |
"Culos duros, morenos,si por dulce pulgar sois pellizcados¿por qué os volvéis y os pretendéis airados?Si cuanto más airososMás bellos parecéis a aquél que os mira,No me mireis con iraPorque no parezcáis menos hermosos.¡Ay, culitos sabrosos,culos duros, morenos,si no tocar, dejad que os mire al menos!â€Gutierre de Cetina I.Hay una larga lista de posiciones o posturas sexuales ya descriptas desde la antigüedad.
More ferarum -como las fieras-, a tergo, a la manera pompeyana, a lo Boccaccio, a caballito, como los perros y muchas otras son las maneras de denominar a la posición sexual por medio de la cual el hombre accede al genital femenino por su espalda, estando ella en “cuatro patasâ€. Tiene sus pro y sus contra:
Asà encontramos en la obra de Freud: “Al despertar fue testigo de un coito a tergo repetido tres veces, pudo ver los genitales de la madre, asà como el miembro del padre y comprendió el hecho asà como su significado.†[1] Y en otro lugar: “El fenómeno más llamativo de su vida amorosa tras llegar a la madurez, eran ataques de un enamoramiento sensual compulsivo que emergÃan en enigmática secuencia y volvÃan a desaparecer, desencadenaban en él una gigantesca energÃa aún en épocas en que se encontraba inhibido en los demás terrenos y se sustraÃan por entero a su gobierno. A causa de unos notables nexos, debo posponer todavÃa la explicación de estos amores compulsivos, pero puedo señalar aquà que estaban atados a una determinada condición oculta para su conciencia, que sólo en la cura pudo discernirse. La mujer tenÃa que haber adoptado la posición que atribuimos a la madre en la escena primordial. A partir de la pubertad sintió como el mayor encanto de la mujer grandes y llamativas nalgas; otro coito que no fuera desde atrás apenas le deparaba goce. Por cierto que el juicio crÃtico tiene derecho a objetar aquà que tal predilección sexual por las partes posteriores del cuerpo es un rasgo universal de las personas inclinadas hacia la neurosis obsesiva y no justifica que se la derive de una particular impresión recibida en la infancia. Pertenece a la ensambladura de la propensión anal-erótica y se encuentra entre los rasgos arcaicos que singularizan a esta constitución. Es lÃcito concebir el acoplamiento desde atrás- more ferarum - como la forma filogenéticamente más antigua." [2] Y luego: “En verdad, en los análisis de personas neuróticas no es una rareza la escena de observar el comercio sexual entre los padres a una edad muy temprana – se trata de un recuerdo real o de una fantasÃa-. Acaso se la encuentre con igual frecuencia en quienes no se han vuelto neuróticos. Y acaso pertenezca al patrimonio regular de su tesoro mnémico –conciente o inconciente-. Ahora bien todas las veces que pude desarrollar mediante análisis una escena de esa Ãndole, ella exhibió la misma peculiaridad que nos desconcertó en nuestro paciente: se referÃa al coitus a tergo, el único que hace posible al espectador la inspección de los genitales. Entonces ya no cabe dudar más de que se trata sólo de una fantasÃa...†[3] .
III.En el sudoeste africano viven dos grupos humanos casi extintos: los bosquimanos y los hotentotes (esta palabra tiene una connotación peyorativa dada por los europeos). A pesar de tener alguna diferencia, sin embargo se los considera étnicamente integrantes de una raza: la khoi san.
En los bosquimanos (del desierto de Kalahari) se nota una gran concavidad de la parte inferior de la espalda que provoca un abultamiento hacia atrás de toda la región glútea. El fenómeno es más exagerado aún en algunas mujeres, en quienes esta región presenta una acumulación de grasa que no se ve en ninguna otra raza: la esteatopigia que se une a particularidades curiosas de sus genitales, lo que nos orienta aún más hacia el significado de atracción sexual de las nalgas femeninas. Los hotentotes son algo más altos en promedio y la esteatopigia está más desarrollada aún. IV.La atracción erótica que ejercen las nalgas femeninas enmarcadas por caderas que culminan en una cintura que las resalta, y acompañadas por un andar ondulante provocan un fenómeno de observación cotidiana: el hombre vuelve su mirada de un modo casi automático y aún muchas veces estando él mismo acompañado de una pareja. El arte dio muestras exuberantes del realzamiento de las nalgas y la elección de las nalgas como el elemento que, prima facie, se constituye en la atracción sexual del macho. Es por eso que a continuación, para recordarlas, sólo nombraremos una pequeña galerÃa artÃstica sobre el tema: Comenzamos con las Venus CalÃpigas de Willendorf o de Lausell, para seguir por multitudes de copas y ánforas griegas, por el arte rescatado de Pompeya, por las nalgas provocativas de la fachada del templo Khajuraho, la densidad de las nalgas de la Leda de Miguel Ãngel, las distintas variantes de las Tres Gracias llevadas a cabo por distintos autores (Rafael, Correggio, etc.) pasando por Boucher (Mujer desnuda) hasta Rubens, Thomas Rowlandson y Peter Fendi (ambos destacaron la hermosura de la popa femenina) y continuando con Delacroix (La muerte de Sardanápalo), las Ninfas de Bouguereau, Ingres (el Baño turco), Degas, el Desayuno en la Hierba de Manet, El Sueño de Courbet, la Pareja de Amantes y La Ninfa y el Sátiro de Millet, El Abrazo de Picasso, y los cachetes de Botero.
NALGAS (v. Mejillas)Pechos. Por similitud formal y herencia de significdo filogenético. "Gradualmente me fue posible rescatar de la represión una serie de casos análogos: cómo a los cuatro años dormÃa en la misma cama con su ama de leche y le levantaba el camisón por las nalgas (probablemente fue entonces cuando equiparó los senos y las nalgas)..." [4] . Una mujer admira sus propios pechos mientras su amante admira sus nalgas [5] , en una ilustración de Barthommé St. André, para la Vie des Courtisanes, de los Razonamientos de Aretino. "Debió de haber un tiempo, en época de nuestros remotos antepasados, en que se empleó la aproximación por detrás. Supongamos que hubiésemos llegado a la fase en que la hembra incitaba sexualmente al macho desde atrás, con un par de carnosas nalgas hemisféricas (que, digámoslo de paso, no se encuentran en ninguna otra especie de primates) y con un par de brillantes labios genitales. Supongamos que el macho hubiera adquirido una fuerte sensibilidad sexual para responder a estas señales especÃficas. Supongamos que, llegada a este punto de su evolución, la especie se volviese cada vez más vertical y orientada de frente en sus contactos sociales. En esta situación, cabrÃa esperar que encontrásemos alguna especie de autoimitación frontal del tipo que hemos visto en el mandril. Si observamos las regiones frontales de la hembra de nuestra especie, ¿podemos descubrir alguna estructura que sea posible remedo de la antigua exhibición genital de las nalgas hemisféricas y de los rojos labios? La respuesta aparece con la misma claridad que el propio pecho de la hembra. Los senos protuberantes y hemisféricos de la hembra son, seguramente, copia de las carnosas nalgas, y los vivos y definidos labios rojos de la boca deben de ser una réplica de los de la vulva" [6] . "A veces, es cierto, estas voluminosas esferas posteriores del cuerpo femenino suscitan amorosos deseos de besarlas y morderlas suavemente, mostrando que evocan a las otras dos dulces prominencias que preceden orgullosamente a la mujer: sus tetas" [7] . MEJILLA (v. Rostro, Cara)Nalgas En la carta de Freud a Fliess del 16 de enero de 1899 equipara mejillas y nalgas por el parecido en alemán: mejillas {Backen} y nalgas {Hinterbacken}. "Un caso de traslado de esa Ãndole se presenta también cuando en el simbolismo del pensamiento inconciente los genitales son sustituidos por el rostro. El uso lingüÃstico contribuye a ello, pues en las nalgas {Hinterbacken, mejillas de atrás} discierne el homólogo de las mejillas, y además de los labios que enmarcan la cavidad bucal conoce otros, los de la vulva†[8] . * Dr. José Treszezamsky, médico, psicoanalista Bs. As. , Argentina
[1] El Hombre de los Lobos, Obras Completas, Editorial Amorrortu, XVII, 37 [2] El Hombre de los Lobos, Obras Completas, Editorial Amorrortu, XVII, 40. [3] Freud, El Hombre de los Lobos, Obras Completas, Editorial Amorrortu XVII, 57. [4] Sigmund Freud-Karl Abraham. Correspondencia, 40. Carta de Abraham del 8/1/1908. [5] Nigel Cawthorne, Secrets of Love, 78. [6] Desmond Morris, El mono desnudo, 65. [7] Ariel C. Arango, Las malas palabras, 75. [8] Sigmund Freud, Amorrortu Editores, V, 390. |