DE PADRES A HIJOS
(PARTE II)
Adaptado de “Sexualidad en la pareja” de Adrián Sapetti y Roberto Rosenzvaig (Editorial Galerna, Bs. As.)
“Porque tú eras para mí la medida de todas las cosas".
Franz Kafka (Carta al padre)
Toqueteos infantiles
Mónica, 25 años: ¿Cómo se hace cuando una chica de tresaños se estimula a través de objetos?
Claudio, 69 años: Mi nieto anda siempre con el pene paradoy tocándoselo. ¿Esto no es dañino para él?
Alberto, 45 años: Soy docente y descubrí que una alumnade 7 años se masturba en clase todo el día, quierosaber qué actitud debo tomar.
Ariel, 35 años: ¿Qué se le debe decir a un chico al que se loencuentra masturbándose?
En el desarrollo de la personalidad cumple un lugar principal el descubrimiento del valor del cuerpo como fuente de placer; cada función corporal puede ser aceptada o rechazada, valorizada o disimulada en el ocultamiento o el silencio, tal como en un film de Luis Buñuel, donde los protagonistas "hacen sus necesidades" ante la vista y el olfato de los demás sin problemas, pero se ocultan para comer, como si ésta fuese una función vergonzosa y oculta.
Esta es la situación que se presenta cuando alrededor de los tres años niños y niñas comienzan a explorarse sistemáticamente sus genitales, y lo hacen porque para ellos representan una fuente de placer y de expresión de fantasías. Al principio, pueden hacerlo ante los demás, pero rápidamente aprenderán que los adultos no toleran fácilmente estos contactos autoeróticos y comprenderán el valor de la privacidad. Si esto no sucede y un chico continúa estimulándose en cualquier circunstancia y lugar en forma compulsiva, como señala Alberto, resulta altamente probable que esté expresando una situación conflictiva que justifica una entrevista con los padres y una consulta psicológica, si no diese resultado la orientación proporcionada a aquéllos. A veces, la utilización de objetos, cumple con una función de exploración, no representa más que la búsqueda de respuestas sobre las sensaciones y percepciones del espacio interior.
La pregunta de Ariel es importante porque de la actitud de los adultos dependerá la propia actitud de los chicos hacia su sexualidad que es como la imagen reflejada por un espejo.
Lo mejor que los padres pueden hacer es respetar la intimidad de sus hijos, respondiendo cuando éstos pregunten y permitiéndoles recorrer su propio camino de experiencias.
Sin embargo, en ocasiones, esto no resulta tan sencillo, y está relacionado con la intolerancia de los adultos frente a la masturbación (especialmente la de las niñas) a la que ven como un hecho enfermo o pecaminoso, y que suponen abrirá el camino para una conducta sexual temprana y promiscua. Estos prejuicios obligarán a los niños y adolescentes a ocultar y reprimir, a transformar una experiencia gozosa en un secreto vergonzante.
En el polo opuesto de estos padres represores, están los que creen que deben interesarse permanentemente por la sexualidad de los hijos, y que cuanto más hablen con ellos de este tema mejor. No dudamos de sus buenas intenciones, pero paradójicamente pueden producir con su insistencia consecuencias distintas a las que buscan, entre otras, agresión y aislamiento. La pregunta no debe ser anticipada, sino pacientemente esperada, porque los hijos confunden muy fácilmente las buenas intenciones con la intromisión en sus vidas.
El justo término es en verdad difícil de encontrar y depende básicamente de las experiencias que cada uno haya tenido con su propia sexualidad; por esto, antes de hablar con los hijos o con los alumnos sobre el tema, es mejor preguntarse con qué grado de objetividad se lo podrá abordar y, si se encuentra que esto no es posible, entonces lo mejor será no interferir en la vida de los hijos, o los alumnos, limitándose a respetar su derecho a la intimidad, sin censura ni represión.
Los juegos sexuales
Es indudable que alguien pregunta cuando siente o sabe que va a recibir una respuesta; no sólo se pregunta con palabras sino con actitudes y expresiones verbales y no verbales. Si un chico se mantiene en silencio habrá que indagarse si lo hace frente a un tema específico o si ésa es su conducta en general, y si esta actitud no obedece a intentos de acercamiento que fueron rechazados por los adultos. Luego de reflexionar sobre estas posibilidades, probablemente aparecerá una respuesta y será posible intentar un acercamiento que facilite la expresión de esos interrogantes que no han sido formulados. Si, en cambio, el silencio se mantiene habrá que pensar en qué tipo de dificultad relacional lo está produciendo y efectuar la consulta a un profesional idóneo.
Las preguntas sobre los juegos sexuales de los niños son tan frecuentes que hemos tomado sólo las que consideramos lo suficientemente representativas. Estos juegos son parte del crecimiento y del ensayo de conductas masculinas y femeninas, surgen y se desarrollan de acuerdo con los estímulos culturales que reciben los niños y representan tanto la obtención de placer como la satisfacción del deseo de experimentar conductas que provienen del mundo de los adultos. Es poco probable que un niño sufra un daño moral o psicológico por prestarse a estas experiencias con chicos o chicas de su edad, que incluyen la exploración mutua de los cuerpos, durante las cuales los mismos niños colocan los límites de lo que admiten, en relación con la educación recibida y con los vínculos entre adultos que hayan podido percibir o presenciar. En este sentido es importante diferenciar las fantasías infantiles de la sexualidad adulta, y de ninguna manera asociarlas como la misma cosa. Por eso, los padres deben cuidar su propia intimidad sexual tratando de no confundir ni sobre estimular a sus hijos.
Un chico de 5 años o más aceptará las manifestaciones de cariño de sus padres con naturalidad, si estos las viven de la misma manera; los abrazos, los besos o las caricias, o bañarse juntos, serán para él una forma de contacto posible y aceptado para manifestar su amor por otros. Pero, ¿dónde deberá establecerse el límite entre lo que se le permite presenciar o no a un niño? En páginas anteriores hemos mencionado que han existido y existen culturas en las que se permite a los niños visualizar las relaciones sexuales entre adultos, pero éste no es el caso de la nuestra, donde la norma imperante instituye todo lo contrario. Más allá de cualquier consideración moral, debemos reconocer que un acto sexual implica un tipo de relación que ante los ojos y oídos de un chico de nuestro medio resultará por lo menos confuso y en cierta forma angustiante, ya que los movimientos, gestos y sonidos serán interpretados de acuerdo con la información y con las fantasías infantiles que, como dijimos, distan mucho de la realidad tal cual la entienden los adultos, al tiempo que ofrecen un modelo que el niño no puede ni debe reproducir en las relaciones con sus pares sin colocarse en una situación de marginalidad.
Tanto los psicólogos como los educadores sexuales recomiendan separar al chico de la habitación parental tan pronto como sea posible, siempre y cuando exista esa otra habitación, o por lo menos crear un espacio de intimidad en torno al lecho de los padres con un mueble o cortina.
Esto preservará no sólo a los niños sino principalmente a la pareja, que habitualmente se autoimpone relaciones sexuales inmóviles y silenciosas, las cuales, frecuentemente, culminan en disfunciones sexuales.